viernes, 23 de octubre de 2009

Vaya semanita, mejor dicho

Si la última vez que escribí me quejaba de que había pasado gran parte del fin de semana mala, ahora os tengo que contar que otra vez lo estoy, pero esta vez con la garganta y con dolor de cabeza que no me deja, prácticamente, levantarme de la cama.

Os cuento. El miércoles por la mañana no fui a clase, porque me dolía la garganta y la tripa, y pensé que sería mejor quedarme en la cama y que se me pasara. Me levanté casi a mediodía bastante mejor, y me fui a italiano. El caso es que estaba lloviendo como si no costara, y como yo odio los paraguas, salí tan feliz con mi chubasquero. Hasta ahí bien. Cogí el autobús y sin darme cuenta, me bajé una parada antes. Esto no hubiera sido un problema si uno de esos muchos conductores italianos desconsiderados no hubiera pasado a toda velocidad por encima de un charco y me hubiera empapado. Vaqueros mojados, llegué a italiano, a ver qué tal se daba. La clase, horrible. La mujer se puso a explicarnos el “trapassato remoto”, vamos, un tiempo verbal de esos que no usa nadie, y a escribir otros en la pizarra... Creo que no soy la única que terminó totalmente perdida.

Y aunque esto que voy a contar es del lunes, se me olvidó, así que os lo cuento ahora, porque tiene relación con que no cogiera el bus para volver a casa: el lunes, al salir, cogimos el tranvía. Todo bien hasta que en la parada siguiente se subió el revisor y nos pidió los billetes “por cortesía”. Lo picamos delante de sus narices, y salvé a Silvia de tener que pagar 25 eurazos porque llevaba un billete de sobra. Menos mal... Por eso, creo que no cogimos el bus para volver el miércoles, y otra vez paseando bajo la lluvia... Cuando llegué me preparé algo de cena, me puse el pijama y me conecté un rato, pero habíamos quedado para el PostCumple de Carla a las 11 en el Shamrock. Cuando llegué sólo estaban Bea, Carlos y Joaquín, y el resto llegaron una hora tarde. Después de llamar a Carla tropecientas veces, decidimos plantarnos en su casa con la cartulina firmada por todos y el pastel hecho de panetone y nutella, y me tocó llamarla aunque fuera la 1,30 de la mañana (si llaman aquí así, yo no abro, de hecho creo que me hago una bolita en la cama y no hago ruido, por si acaso) y allí que subí, contándole una milonga y sin saber cómo alargarla porque estaban tardando demasiado en subir. Por fin subieron, nos comimos el pastel y volvimos, cada uno a su casa y algunos a seguir la juerga.

Cuando llegué a casa, mientras se calentaba un poco, me conecté y hablé (¿cómo no?) con Lore y Luis (sabía que estarían aunque fueran las 3), y me fui a dormir para ir a clase el jueves...

Esa noche fue de esas que siento cosas raras, para mí que era fiebre pero no lo sé porque aún no tengo termómetro (creo que dentro de un rato, cuando coja energías de nuevo después de salir de la ducha, bajaré a comprar uno). Pero me levanté, y me fui a clase. Más me hubiera valido quedarme en la cama... Pero aproveché para comprar un bote de miel (para la leche caliente con miel, de toda la vida) y actimeles, por eso que dicen de que ayuda a mis defensas, que ahora están más bien por los suelos (Patochiste: traeles una escalera). Y hablando de escaleras, me costó más que nunca subir los 118 escalones de mi casa, tanto que en cuanto llegué me puse el pijama y me tiré durmiendo hasta las 7 de la tarde (eran las 12 y cuarto).

Ya no me levanté de la cama en todo el día, me lo pasé tumbada intentando ver un capítulo de una serie (no pasé de los 20 minutos en tres horas) y hablando con unos y con otros. Hasta la 1 y poco, que me fui a dormir. A eso le llamo yo aprovechar el día...durmiendo.

Y hoy... hoy no he hecho mucho, a pesar de que sean las 4 menos veinte de la tarde. Sólo arrastrarme hasta la cocina a prepararme unos calamares y unas bolas de mozzarella (era lo más rápido) y darme una ducha, que ya iba tocando. Lo dicho, si Estrella no me puede comprar las naranjas, bajaré yo, con calma, y las compraré. Además, ayer nada más llegar a casa la cartera (en la acepción de mujer que echa las cartas en los buzones) llamó a mi telefonillo, y quién sabe, lo mismo tengo una carta y todo. Lo mismo es la postal de Lore.

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