martes, 13 de octubre de 2009

Qué de cosas os tengo que contar

La primera de las cosas que os tengo que contar es que me equivoqué de día que venían mis padres, así que el jueves, sobre las 11 de la mañana, llamé a mi padre para ver dónde estaban, ya que no me había dado el toque para avisarme de que habían cogido el bus de Malpensa a Turín. Os podéis imaginar la cara de tonta que se me quedó cuando dijo que estaba en el trabajo, y que venían al día siguiente... Pero bueno, antes de eso pasaron otras cosas: me destrocé para volver de la lavandería, y después de un rato esperando al autobús llegué a la conclusión de que ir a la mensa me pillaba de camino, así que fui a por energías y me ayudó Carla a traer toda la ropa. Ahora ya tengo moretti en la nevera, le debo una, que se la merece...


Por la tarde estuve organizando un poco la ropa, intentando que terminara de secarse, y como vi que las sábanas no se iban a secar para la noche ni de coña, decidí volver a la lavandería con ellas, y de paso me llevé el portátil y estuve un rato en el Palazzo Nuovo. Mientras fui llamando a la gente para ver qué iban a hacer: fiesta de San Fermín, a la que no tenía excesivas ganas de ir, pero por el camino de vuelta a casa me encontré con Estrella y me convenció. Fuimos las dos al cajero para sacar algo de dinero, y ella descubrió que le habían robado la cartera, así que con el disgusto nos fuimos cada una por nuestro lado, y yo salí para ir a la famosa fiesta. Cuando lo estaba buscando me llamó Joaquín para decirme que era imposible entrar, y que iban al McDonalds, así que me fui directa allí para cenar. Cenamos y volvimos al sitio para ver si se había despejado un poco, pero como vimos que seguía igual, terminamos en el Shamrock. Me sentí la “rara”: todos iban de blanco (era lo que había que llevar a la fiesta) y yo de rojo. Todos bebieron San Miguel, y yo probé la Fosters (una cerveza australiana bastante rica). Como en teoría al día siguiente tenía que madrugar, me fui pronto, y me acompañó Carlos hasta la puerta de casa.


Del jueves ya os he contado mi mañana. Así que después de eso me metí en la ducha, y llamé a Estrella por si quería que le acompañara a denunciar lo de la cartera y demás. Preguntamos a un policía en Piazza Castello dónde había una comisaría, y no tendría mucha idea cuando le tuvo que preguntar a su compañero. Y no nos supo explicar. Eso sí, nos miró, sin discrección ninguna, el culo en cuanto nos dimos la vuelta.

Y allá que fuimos, a hacer la denuncia... Nos atendió una señora que nos hablaba mitad inglés, mitad italiano, y en eso llegó otra chica a la que también le habían robado la cartera, y tenía los ojos como de haberse pasado toda la noche llorando... Salimos de allí, y fuimos al consulado (honorífico, vamos, que están ahí para nada) para que hicieran un papel a Estrella, porque tenía el vuelo de vuelta a Madrid para el sábado (dos días después). Allí, una señora muy desagradable nos dijo que allí sólo hacen traducciones (que me expliquen cómo, porque apenas hablaba español) y nos abrió la puerta para que nos largáramos. Con el cabreo, al final consiguió hablar con los de Milán, y allí se lo solucionaron. Y nos fuimos a la mensa... otra aventura: Estrella aún no tenía la tarjeta, pero yo le convencí para que comiéramos allí (básicamente, por no comer sola). Le explicó que es erasmus, y que le habían robado la cartera (eso era verdad), y para sorpresa mía, le hizo meter su nombre en la pantalla... Menos mal que había otra con el mismo apellido, y aunque la tía se mosqueó un montón, al final Estrella comió. Eso sí, acojonada pensando que le iban a echar, y que la mujer le iba a vetar la entrada en próximos días.

Me acompañó al Lidl, y por fin encontré una fregona (que falta le hacía a mi casa), y llamé para ver si iban a ir al recibimiento de erasmus en el rectorado de la universidad, así que me planté en casa de Alba y Silvia, y también llegó Joaquín, y nos fuimos todos juntos. Allí nos dieron otra charla (qué gente tan aficionada a las charlas), y luego pusieron un montón de comida, y se empeñaron en hacer una foto de todos juntos. Después de eso fuimos a comprar para el botellón de esa noche, y a cenar a la mensa. Fui a ver la casa de Bea con Carlos y Joaquín, e hicimos un pacto, pero no puedo contarlo aquí, por si alguno de los “afectados” me lee... (una es un poco ilusa, y se piensa que le leen...)


Estuve un rato en el Valentino. En realidad, hasta las 3, a pesar de que me chantajearon con no volver a hablarme en todo el curso si me iba, pero me fui y me siguen hablando. Al menos por teléfono... Y según esta mala gente, tengo cara de llamarme Raimunda...

El viernes me levanté prontito, para recoger un poco la casa (para que mis padres vieran que me estoy volviendo responsable) e irme a buscarles. Llegaron a las 12, nos peleamos con las maletas para subirlas al tranvía y los 118 escalones de mi casa, y es que encima una de ellas llegó rota (se ha convertido en un “armario” para meter cosas que no uso habitualmente).Deshicimos las maletas y coloqué algunas cosas en sus futuros sitios, y nos fuimos a dar una vuelta y buscar dónde comer. Les enseñé Vía Po, la zona del río, Vittorio Veneto, Via Roma, y callejeamos por aquí. Acabamos comiendo en la Plaza San Carlo, y por no perder las buenas costumbres, comí pasta (hoy es martes, y desde el viernes no la he vuelto a probar, mañana volveré a la pasta, supongo).

Mientras comíamos se lió una buena tormenta, y yo pensé que ya la habíamos liado, pero no... Sólo llovió un rato (aunque bien, todo hay que decirlo). Entramos a algunas tiendas, seguimos dando vueltas por aquí, estuvimos en Porta Nuova (la estación de tren) para ver dónde había trenes, y dónde podíamos ir. Nos decidimos por Aosta. Fuimos al Lidl para llenar mi nevera, y nos vinimos a cenar a casa, y a hinchar el colchón en el que me iba a tocar dormir. Cuál fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que la bomba para inflarlo no funcionaba... Llamé para ver si me adoptaba alguien, y Silvia y Alba se ofrecieron, pero como estaba cansada, teóricamente iba a madrugar el sábado para ir a Aosta y no estaban en casa, terminé durmiendo en el colchón sin inflar, con el saco. Dormí malamente, como podréis suponer...


El sábado por la mañana los planes no salieron como pensábamos: a mi madre le dolía la cabeza, así que le dejamos solita en casa y nos fuimos a buscar una ferretería donde comprar una bomba y, de paso, hacer un

a copia de la llave de casa. Después de dar tropecientasmil vueltas, acabamos encontrando la parada del tranvía que llevaba a Carrefour, ilusos de nosotros, pensando que allí podríamos hacer las dos cosas. No hicimos ninguna, pero eso sí, compramos un montón de comida y cosas para la casa...

Cuando volvimos a casa comimos, y nos preparamos para ir a Aosta. Pero vimos que íbamos a llegar tardísimo, y que cuando llegáramos nos iba a tocar venirnos, así que optamos por ir el domingo tempranito. Y la tarde del sábado la pasamos viendo tiendas y paseando por la ciudad. Acabamos comprando la bomba en unos chinos (hemos descubierto que de Vittorio Emanuele hacia abajo hay varios, por mi zona hay, como mucho, dos.

..) Compramos un montón de Moretti (la cerveza de aquí) y subimos a casa para dejar todo, e inflar el colchón. Ahí estuvimos los tres haciendo un buen ejercicio hasta que el bicho estuvo listo para que durmiera yo... Como era pronto fuimos a dar otro paseo. En Via Po me encontré con Bea, Carlos, Joaquín, Alba y Silvia mientras buscaba la calle donde estaba la pizzería del ostello... Después de unas cuantas vueltas, y de preguntar a mucha gente, terminamos encontrándola, y nos pedimos una maxi de cuatro quesos con sus respectivas moretti. Les enseñé un poco el ambiente del murazzi (la zona de marcha) un sábado por la noche, pero estaban abriendo y no había demasiada gente. Ese día nos fuimos pronto a dormir, porque el domingo íbamos a coger el tren de las 9 y media a Aosta.

Así que como podeis imaginar, nadie me libró del madrugón. Eso explica que fuera tan dormida, y con el estrés de que íbamos a perder el tren y que ningún autobús pasaba, iba mirando para ver si nos iba a tocar correr para coger uno, y no vi la farola... (como sé que sois unos cotillas, y que ya debe saberlo t

odo el mundo, os lo cuento...) Así que ahora tengo el ojo totalmente morado... Al que se ría le miro mal. Y ahora doy más miedo.


El viaje en tren es precioso. Eso sí que está metido en los Alpes (Turín algo menos, Señor Pato, va por ti). Así que me emocioné a hacer fotos del paisaje... Aunque eso sí, Aosta como ciudad en octubre, y cuando hace calor, me pareció algo sosa. Sí, tiene unos cuantos castillos y algún que otro monumento, pero no tiene ni una triste oficina de turismo a la que ir para que te cuenten qué ver.

El caso es que llegamos allí a las 11 y media o así, y a la hora de comer ya estábamos preparados para irnos. Preguntamos en la estación de tren y en la de autobuses si había algo para Suiza: un autobús con el que teníamos que hacer noche allí. Pero como no íbamos preparados, decidimos volver a Turín. Convencidos,

los tres, de que como ciudad, Turín es mucho más bonito, aunque el paisaje de Aosta valga mucho la pena. Volveré en invierno, a ver...


Nada más subir al tren, me llamó Jose para ir a tomar el aperitivo, así que quedamos con ellos. En el tren me eché una buena siesta, me desperté 10 minutos antes de llegar a Porta Susa (la otra estación de Turín). Dejamos las cosas en casa, y como habíamos visto un mercadillo desde el autobús, y quedaba un rato hasta qu

e habíamos quedado con Jose, allá que nos fuimos. Madama Cristina estaba hasta arriba de puestos, y me compré dos pares de medias, y me quedé mirando los cuadros masai que vendía un chico. Me lo rebajó de 25 a 10 euros, y embaucó a mis padres para que me lo compraran, diciendo que soy “molto bella”, y que me “voglio bene”. Me cayó bien, se llamaba Mamadou.


A las 19.30 estábamos en el portal de Jose, y fuimos a Piazza Carlo Felice a tomar el aperitivo, con Silvia, la tía de Jose, y la niña, que tenía un cabreo muy serio... Estuvimos un buen rato con ellos, probé el aperitivo sin alcohol (un zumo raro, que llevaba naranja y no sé qué más...). Cuando nos fuimos era algo pronto, y me les llevé al Shamrock a probar cervezas raras: yo volví a pedir una Fosters, mi padre una alemana, y mi madre una que no sabíamos que era negra. La probó y como no le gustaba, acabamos cambiándolas. Volvimos a casita, y como yo tenía que ir a clase el lunes, tampoco me acosté muy tarde.


El lunes, como ya he dicho, me fui a clase, solucionamos el problema de las llaves (ya pudo hacer las copias), y para variar, no entendía nada... La gente se me quedaba mirando por el ojo morado, y me crucé con Alba y Silvia y les conté (bueno, me sacaron la información, a mí me daba vergüenza contarlo) qué me había pasado. Hubo quien me preguntó con quién me había pegado... Ni que una fuera violenta, ay que ver...


Volví a comer a casa, no sin antes dar envidia a las de Valladolid, que decían que en la mensa me esperaba mi plato de pasta... Pero no, tenía la comida preparada en casita... Después de comer fuimos a la Mole, pero yo no había caído en que era lunes, y que los lunes en esta ciudad cierran todo... Así que una vez más, empezamos a andar: descubrí una zona que no sabía que existía, con restos de un castillo, el museo de la antigüedad y una iglesia en la que había un cartel en la puerta de que había que apagar el móvil y había un cura que predicaba con el ejemplo, con el móvil en la oreja. Me quedé con ganas de hacer una foto de las dos cosas juntas, hubiera tenido gracia...


Después llegamos a una parte de Via Garibaldi, y seguimos hasta Piazza Statuto, para que la vieran. No sé, me parece una plaza bastante bonita. Aunque es verdad que las calles y los edificios de esta ciudad me tienen embobada... Volvimos a bajar hasta Piazza Castello, y de allí a Vittorio Veneto buscando dónde tomar el aperitivo, otra vez. Y para hacer tiempo, bajamos hasta el río, y estuvimos un rato sentados en el murazzi, contemplando las vistas: los puentes, el monte de los capuccini la iglesia de Gran Madre de Dio. Me tomé un batido con fresa, coco y naranja, y dos platos de aperitivo, en el sitio donde un día nos quedamos María, Rita y yo, babeando detrás del escaparate viendo la comida. Al salir de allí, como era muy pronto todavía, fuimos a buscar dónde se podría tomar mi madre un capuccino, y descubrimos que a las 9 de la noche sólo había una cafetería abierta, y no nos gustó demasiado el ambiente, así que decidimos bajar a desayunar hoy... Así que volvimos a casa, y me conecté un ratito. Esto de tener internet...


Esta mañana, como habíamos dicho, hemos bajado a desayunar a la cafetería de uno de los primeros días aquí: dos capuchinos y dos bollitos que estaban bastante ricos, todo hay que decirlo. Y de allí nos hemos ido a la lavandería. Mientras se lavaba la ropa hemos entrado a la tienda de todo a 85 céntimos, e intentado entender y comprender a una mujer que se ha dejado un dineral en lavar y secar unos trapos que, por lo que he entendido, eran para que los cuadros no cogieran polvo, y que le ha dicho a mi madre que no eran sábanas. Boh.


Hemos vuelto a casa, hemos comido bastante rápido, han organizado lo que tenían que llevarse, y a las 2 y cuarto hemos salido hacia la estación. Nos ha tocado correr para coger el tranvía, pero al final hemos llegado a tiempo. Odio las despedidas, aunque ha sido bastante graciosa: ellos subidos en el autobús, sin que yo apenas pudiera verles porque los cristales estaban tintados, pero me han escrito en un papel la palabra “juerga”, y me han dicho que tuviera cuidado con el árbol que tenía al lado. La verdad es que ahora voy siempre mirando para adelante, que no quiero que el otro ojo también se ponga morado... También me han dicho que cuando volviera a casa me durmiera un rato, pero no tenía sueño. En el bus de vuelta a casa he llamado a la gente a ver qué iban a hacer, y como no había nada concreto, he hecho caso y me he echado una siestecilla. Eso sí, para hacer sueño he leído un rato, estoy enganchada a Brooklyn Follies.


A las 5 me he despertado, he terminado de pegar las fotos, he hablado con Silvia y hemos quedado en que cuando el casero se fuera, me llamaban. Me he conectado, he hablado con Azu, Óscar, Rober y las canijas, que me han preguntado dónde estoy, y me han confesado que se les había olvidado hacerme el dibujo. Y me han visto por la cámara. Yo también quiero... En esas estaba cuando me ha llamado Silvia, así que me he ido para su casa, y allí he estado hasta las 9. Han intentado convencerme para salir hoy, pero como soy responsable y quiero empezar mañana a ir a una clase que empieza a las 10, me he venido a casa a darme una duchita y cenarme la tortilla que me ha dejado mi madre preparada. Y es que me han dejado la nevera llena... Dicen que cuando se me acaben las provisiones, vuelven...


Y aquí estoy: son las 11 menos cinco, y a ver si me vuelvo responsable también con el blog y os actualizo más a menudo. Tendréis noticias mías...

4 comentarios:

  1. El día que explicaron en la facultad lo de "economía del lenguaje" faltaste a clase, no? :P

    Malditos teclados checos llenos de š, č, ř, ž y demás carajadas, aquí no hay quien escriba...

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  2. cuando doy detalles, porque los doy, y cuando no los doy, porque no los doy... el caso es quejarse (y ahora no es porque pases demasiado tiempo conmigo)

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  3. no te dijeron q las farolas no son para comer??? xD espero q tu ojo se recuperé pronto, y mires por donde andas!!!
    P.D) admito q me reí cuando lei lo de tu choque con la farola (no me odies)

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  4. Te odio, Cris... A ti todavía no te odiaba, pero ahora te odio. Mucho. Y estoy mirando mal a una de las muchas fotos que decoran mi pared y en la que sales... Por certo, eso me recuerda subir las fotos de mis paredes, para que veas que no sólo te acoso a ti :)

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