lunes, 30 de noviembre de 2009

El resto de mis días en Praga

El lunes nos levantamos más bien pronto, por eso de que Luis tenía que irse a hacer que trabajaba y quería acompañarnos (a mí y a las amigas de una de sus compañeras de piso) al Castillo para comprarnos entradas con el carnet de prensa y hacer que nos ahorráramos 240 coronas. Así que allá que fuimos, subiendo la cuestecita aunque luego descubrimos que se podía evitar con un tranvía (uno de los motivos de mi odio hacia él). Aunque hay que reconocer que las vistas andando eran bastante más interesantes...

Cuando compró las tres entradas se fue, y nos quedamos decidiendo dónde entrar primero. Y coincidió que vimos a los guardias ir hacia la puerta, y les perseguimos para ver el cambio de guardia. Y volvimos a aprovechar para hacernos fotos, con uno que además parecía simpático (para uno que no daba miedo...)

Después de eso entramos en todos y cada uno de los sitios en los que podíamos entrar gracias a la entrada: una iglesia muy antigua, la catedral (que me encantó, sobre todo por fuera), una pinacoteca en la que la estúpida de seguridad nos perseguía (como si fuéramos a robar uno de esos cuadros tan feos), el antiguo palacio real... Sobre las 12 y pico o la 1 estábamos muertas de hambre, y bajamos porque habíamos quedado con Mónica en la puerta del metro, y aprovechamos para comprarnos una hamburguesa y una coca cola que nos supieron a gloria

, y que nos tomamos sentadas en un parque al solecito. Cuando llegó nos fuimos a por el Niño Jesús de Praga que le habían pedido a una de las chicas, y nos fuimos a comer al mismo sitio donde había cenado con Luis el viernes. Cuando acabamos de comer volvimos a la zona del castillo, y vimos la casa en la que vivió Mozart y nos fuimos a un bar en el que la cerveza costaba muy poco, y aunque era un antro, estaba bastante chulo. Y allí fue donde nos encontramos con Luis (mis explicaciones por teléfono funcionaron, aunque se riera de cómo pronunciaba los nombres de las calles).

Cuando salimos del bar aquel fuimos a un barrio desde el que se suponía que se veían los bebés de la torre de la televisión y en el que había muchos bares para quedarse de juerga. Así que mientras las chicas se quedaron en uno de esos bares, Luis y yo subimos a Viktov, una colina con vistas de toda la ciudad, en el que había un caballo gigante en el que estaba subido Jan Žižka, y por el camino nos encontramos un tanque en el que también nos subimos para las respectivas fotos.

Volvimos a coger el autobús, y ya en Kobylisy pasamos por el supermercado para comprar algo de cenar, y después de cenar me arreglé un poco para salir. Íbamos a ir al sitio de los mojitos de 5 litros y las tetas, pero nadie más se animó, así que fuimos a un par de bares y me tomé dos mojitos y un orgasmo (que no recuerdo qué llevaba, pero estaba rico). Y no sé qué hora era cuando nos fuimos a casa (y que conste que no iba borracha, es sólo que no saqué el móvil para mirar la hora). Sólo sé que fue cuando nos echaron del último bar...

El martes por la mañana nos levantamos bastante tarde, fuimos a comprar y nos fuimos hacia el centro para verlo de día. En la Plaza del ayuntamiento viejo vimos la iglesia que era sede de los Husitas, al hombre colgado y otras cosillas, y nos fuimos a comer. A mí no me llamaba mucho la atención el gulash, pero decidí probarlo porque era el plato típico, y tengo que reconocer que estaba riquísimo. Al salir del restaurante nos fuimos al estadio para intentar sacar entradas de prensa (yo daba el pego con la cámara) para el partido de hockey, pero fue imposible porque tendríamos que haber ido con tiempo. Aún así, vimos el partido, y hasta el primer descanso estuvimos en la zona del Fan Club del Slavia. En el descanso aprovechamos para comprarnos un helado y cambiarnos de sitio, y la verdad es que me lo pasé genial en el partido, incitándoles a pegarse...

El partido duró mucho más de lo que pensábamos, y aunque mi intención era haber comprado algún souvenir, cuando llegamos al centro estaba casi todo cerrado, y sólo pude comprar una taza para mí. Así que volvimos a casa, cenamos algo, estuvimos conectados hablando con Lore e intentando llamarla para felicitarle el cumple, y a las 2 salimos hacia el aeropuerto. Para coger uno de los autobuses me tocó correr, maleta a rastras, y eso hizo que llegáramos mucho más pronto de lo que habíamos pensado. Eso sí, nos dormimos los dos y nos despertamos en la parada anterior a la terminal de la que salía mi vuelo. Así que aprovechamos para ver la famosa exposición de fotos que, según Luis, tendría que haber visto en la hora y media que me tuvo esperando, hasta que nos desalojaron (empezó a sonar la alarma y por megafonía decían que abandonáramos el edificio). Cuando vimos que habíamos sido los únicos en salir, que todo el mundo se había quedado dentro y que el de seguridad de la puerta no nos impedía volver a entrar, volvimos dentro. Hasta que abrieron el mostrador, casi me hacen facturar (sirvió el argumento de “al venir no me hicieron facturar, y la maleta lleva lo mismo”), y lo mismo cuando al pasar el control no entraba por una cosa que tenían allí para medir.

En cuanto entré en el avión y coloqué mis cosas, me eché a dormir. Ni siquiera me enteré de cuándo despegamos, y lo mismo pasó con el aterrizaje. Una vez en Bergamo, más de lo mismo: en el bus me eché a dormir, y hasta que no llegamos casi a Milano Centrale no abrí los ojos. Y lo mismo en el tren, aunque ahí sí que me desperté alguna vez más, por el frío, por vigilar la maleta y por si aparecía el revisor (aunque esta vez sí llevaba el billete convalidado). Me desperté del todo al llegar a Porta Susa, y en Porta Nuova, en vez de coger el bus, vine andando hasta casa para despejarme, abrazando el bolso porque se había terminado de romper, y con la maleta a rastras.

Una vez en casa, me conecté para avisar de que había llegado, y me eché a dormir hasta que me llegó un sms al móvil español que me despertó (suena como la sirena de mi cole, en mis años mozos). Y me planteé si volver a dormir o ser responsable e irme a clase de italiano. Y como llegué a la conclusión de que si me pasaba la tarde durmiendo, no iba a dormir por la noche, me fui a no enterarme de nada en clase.

Al volver cené, y apenas tardé mucho en acostarme, que al día siguiente tenía que medio madrugar para ir a buscar a Lore y Carlos a la estación de autobuses.

Tres días, tres países: Italia, República Checa y Hungría

Llevo tres semanas sin casi tener un hueco para escribir. Pero en las próximas, creo que voy a poder llevar el blog al día... Si no recuerdo mal, las últimas noticias mías que tuvísteis fueron un día antes de irme a Praga, el miércoles de la semana pasada. Ese día fue bastante estresante, entre intentar recoger la casa con mi hombro inmovilizado, preparar la maleta y hasta ir a clase. Total, que a las 6 y cuarto de la tarde salí de casa, maleta, bolsa de la cena y bolso en mano, hacia Porta Nuova, y entre que el tranvía tardó bastante en llegar, que tenía que comprar los billetes y un montón de contratiempos más, casi pierdo el tren. Tanto, que compré el billete dos minutos antes de que se fuera, y no encontré ni una puñetera máquina que funcionara para convalidarlo. Así que en cuanto encontré un sitio en el que caerme muerta, me eché a dormir con el billete en la mano, bastante acojonada pensando que aparecería un revisor al que le daría igual que las máquinas de convalidar los billetes no funcionaran. Y cuando llegamos a una estación muy grande, yo todavía dormida, y le pregunté a una mujer que viajaba con un muñeco (que me recordó que Coco se me había quedado en casa) si aquéllo era Milano Centrale y me dijo que sí, me empecé a pensar una fecha para pasar un día en Milán gratis. Allí me volví un poco loca buscando dónde se cogía el bus a Bergamo, y dónde comprar el billete, y cuando lo encontré dio la casualidad de que uno estaba al salir, y aproveché para volver a dormirme. Y en el aeropuerto me busqué algún sitio para intentar dormirme, me comí los bocatas que me había preparado y me intenté acomodar, hasta que el estúpido de seguridad me dijo de mala manera que esa parte del aeropuerto estaba cerrada, que me fuera para el otro lado. Después de darme cuenta de que no iba a ser capaz de aguantar casi 8 horas sin dormirme, me acomodé como pude en el suelo, utilizando mi maleta de almohada (dejándome el cuello) y abrazando a mi bolso, hasta que a las 4 menos veinte el mismo segurata vino dando voces, despertando a todos de mala manera (hasta el punto de que sólo le faltó pegarnos patadas) y nos mandó al sitio del que nos había echado unas horas antes... Enfrente del mostrador de WizzAir se me sentó toda la fauna que había en el aeropuerto en esos momentos y en cuanto pude cogí mi tarjeta de embarque, tuve que guardar el bolso en la maleta, pasé el control (en el que me cachearon, para no variar) y me puse a buscar dónde comprarme una botellita de agua, pero no hubo manera de encontrarlo. Definitivamente, cuando pude embarcar, di el toque a Luis y me eché a dormir y no me enteré ni del despegue...

El avión aterrizó 20 minutos antes de lo previsto, y ahí estuve, hora y media, esperando a que Luis apareciera, y después de casi una hora allí sentada me envió un sms diciéndome que sabía que le odiaba con mucho odio, pero que no se había olvidado de mí, que había sido culpa de su despertador. Pero tenía tanto sueño que no podía ni odiarle... Cuando por fin apareció ni me vio, y tuve que correr un par de metros detrás de él, con la maleta a cuestas, y correr para coger el siguiente autobús que nos llevara al centro. Le acompañé a un sitio que tenía que ir, fuimos a casa a dejar la maleta y me dio la opción entre dormir o acompañarle a una entrevista. La siesta duró cuatro horas, y cuando me despejé y comimos, empezamos a prepararnos para la fiesta hippie-sesentera, a la que según él fui sin disfrazar (llevaba mi falda de trozos y la camiseta hippie, y una flor en la cabeza). Buscamos el sitio donde era la fiesta, y allí intenté que le gustara la cerveza, pero fui yo la que acabó no demasiado bien... Pero no voy a dar aquí los detalles de aquéllo... (y que conste que me acuerdo de casi todo).


El viernes por la mañana tampoco hicimos gran cosa: dormir, más bien. Y cuando comimos nos fuimos a conocer el centro de Praga. Me enseñó la Plaza de San Wenceslao (la más larga de... alguna parte, no lo recuerdo, y mientras escribo esto no tengo internet para tirar de Google)[Edito: es la plaza más larga del mundo], las callecillas céntricas, la plaza del ayuntamiento viejo, y terminamos subiendo hasta el castillo, aunque ya era de noche y no se podía entrar. Fuimos a cenar a un restaurante, y probé el queso frito. Y nos retiramos pronto a casa porque el sábado nos esperaba un buen madrugón para ir a Budapest.

El sábado, como ya he dicho, nos tocó pegarnos el madrugón, ya que el bus salía a las 6 y media. Y a las 6 y 25 estábamos cogiendo el metro en Kobilisy. Yo creía que me daba algo, con la carrera que tuvimos que pegarnos, y cuando Luis había llegado a dónde se suponía que estaba el autobús, e hizo un gesto como diciendo “dónde coño está” me acojoné, pero al momento vio que era ese, y nos dijeron que salía más tarde. No sé a qué hora saldría al final, porque me quedé dormida antes, pero a pesar de todo fui todo el camino notando el traqueteo de las autopistas checas... Fui dando cabezadas hasta Bratislava, y allí nos bajamos (al menos la estación de autobuses es muy fea) para poder estirar las piernas durante 10 minutos. Y al subir de nuevo, me dormí hasta diez minutos antes de llegar a donde nos dejó el bus. Y un poco perdidos, compramos un billete de metro que nos iba a servir durante 24 horas (y menos mal, porque Budapest está plagado de revisores). En la estación que pensamos que era nos bajamos, y había un centro comercial enorme que aprovechamos para comer. Manda narices, que lo primero que vimos de Budapest fuera un centro comercial. Intentamos que alguien nos explicara dónde había una oficina de turismo o algo parecido, y al final nos dijeron que cogiéramos un tranvía (en el que nos encontramos un revisor), y después de dar unas cuantas vueltas más, ver un teatro por fuera, una tienda llamada BO (con sus correspondientes fotos) y un San Paolo (un banco muy común aquí en Turín), encontramos la oficina de turismo, nos dieron unos mapas y pudimos ir a ver el Puente de las cadenas, el Parlamento de Pest, las vistas del Bastión de los Pescadores... Después de eso fuimos a dejar la mochila al albergue, y tras relajarnos un ratito, volvimos al centro para ver unos puestecillos de comida y de cosas varias, una estatua metida en un condón gigante y alguna que otra cosilla que se nos puso en el camino, pero la verdad es que nos volvimos pronto al albergue porque lo único que me apetecía era darme una ducha y meterme en la cama.

El domingo, después de unas cuantas y provechosas horas de sueño, recogimos todo y volvimos al centro para buscar un supermercado y comprarnos algo de desayunar. Unas galletas y un batido de chocolate aguado después, cruzamos a Buda y subimos al Bastión de los Pescadores, y vimos de paso otros edificios y plazas interesantes, y a la vuelta cruzamos el Puente de las Cadenas, en el que Luis dijo que no era capaz de tumbarme cuando le conté que en el Puente de Brooklyn sí fui capaz. También lo fui en este. Buscando dónde comer descubrimos la Plaza de la Catedral, y ya aprovechamos para visitarla. Mientras nos comíamos unos bocatas escribimos las postales, y nos fuimos al metro para coger el autobús de vuelta a Praga. Y hay que decir que la línea 1 de Metro de Budapest es bastante graciosa, tan pequeñita que parece un Metro-Llavero, y le faltaban sólo los visillos... Y en el bus, me dormí como buenamente pude utilizando de almohada a Luis, que me despertó de mala manera para preguntarme si quería algo de beber, y con la mala leche ya no fui capaz de volver a dormirme, así que pasamos la mitad del viaje escuchando música y en eso nos comimos la cookie de chocolate blanco y el muffin de chocolate que compré en donde habíamos comido.

Cuando llegamos a Praga nos fuimos directamente a casa, aunque le habían mandado un sms a Luis para ir a tomar algo. Entre unas cosas y otras no cenamos hasta las 2, y después de eso nos fuimos a dormir, que el lunes pensábamos madrugar para ir a por las entradas del castillo.

Y como ahora mismo estoy cansada, y si no me va a quedar demasiado denso, mañana sigo contando el resto de mi viaje a Praga.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Una semana bastante intensa resumida en cuatro páginas y media

He tenido una semana de no parar, y en los pocos momentos que paraba, no tenía la suficiente concentración como para escribir mis aventuras y desventuras. Así que intentaré resumir, posiblemente olvide muchísimas cosas, y las vaya contando poco a poco, o no, quedarán en mi memoria y en la de los que lo han vivido conmigo...

Como ya dije, el martes pasado estuvimos en Aosta toda la mañana. Después de que Estre me enviara un sms para asegurarse de que nos habíamos levantado, bajamos a desayunar un capuccino y un brioche en la cafetería de debajo de casa, y nos fuimos a Porta Nuova andando y fuimos contemplando el paisaje, intentando hacer fotos y riéndonos de la viejecilla que llevábamos al lado y que se enfadó porque Estrella se sentó donde ella tenía el bolso. Después de pasar por la oficina de turismo y comprar unas cuantas postales, fuimos a ver todo lo que más o menos aparecía en el mapa mientras se nos caía la baba con los escaparates llenos de chocolate.

A la vuelta decidimos parar en alguno de los pueblos con castillos que habíamos visto a la ida. Fue en Ivrea, y aunque no lo vimos de cerca porque pillaba algo lejos y sólo teníamos media hora hasta el siguiente tren, si pudimos ver una parte, y aproveché para recordar mi infancia y tirarme por un tobogán. Volvimos a la estación, llegamos a Turín, nos compramos los donuts rellenos de Nutella que había visto yo mi primer día en Turín y de los que había hecho el trato de probar con Jose, y botellitas de agua porque íbamos secos, y fuimos a ver la Mole. Primero aprovechamos para subir en el ascensor, porque nos dijeron que no había mucha gente, y la verdad es que las vistas me encantaron, aunque si es cierto que se siente un poco de vértigo, pero más mientras sube que cuando llegamos arriba...

¿Y qué decir del museo del cine? Es sencillamente genial. Estuvimos viendo la exposición de manga, y también las salas fijas. Creo que la que más me gustó fue la de Matrix, la próxima vez que vaya me grabo para que todos podáis ver cómo entro en el mundo de esa película. Y lo de tumbarse en las tumbonas de abajo después de un día sin parar... el problema fue que nos echaron porque estaban cerrando, con lo agusto que estaba yo.

Y lo peor de todo fue cuando, después de todo eso y de cenar pizzas de las del ostello, tuvimos que ir a la lavandería. Pero es que el miércoles pensábamos irnos a Como, y si no no se iba a secar ni de coña. Así que pusimos dos lavadoras, y aunque nos habían propuesto ir al Però, llegamos tan reventados a casa (o al menos yo) que preferí irme directamente a dormir.

Y para ser sincera, no me acuerdo de qué hicimos el miércoles por la mañana. Posiblemente cuando me acuerde piense que cómo he podido olvidar algo como eso, pero hoy estoy demasiado cansada para pensar (me temo que esto voy a tener que escribirlo por fascículos, porque es la 1 menos 20 de la noche, mañana tengo que madrugar para ir a clase y hacer cosas de provecho, y debería irme a dormir.) Por eliminación he deducido que fue el día que estuvimos por Vía Roma, que fuimos a Porta Nuova a preguntar para ir a Florencia y los sistemas estaban colapsados, y pasamos por Correos para descubrir que el aviso que me había llegado era el interrail de Estrella.

Lo que sí sé es de que comimos en la mensa, robamos vasos y un salero, y después de eso habíamos quedado con Estrella en la parada del 15 para subir a Superga, y cuando fuimos (otra vez) a comprar los billetes del tren cremallera, la misma tía borde del día anterior nos dijo que la taquilla estaba cerrada. Así que optamos por subir en autobús, por una vez y sin que sirviera de precedente pretendimos picar y no funcionaba la máquina. Fuimos contemplando el paisaje, y cuando llegamos arriba vimos todo Turín, eso sí, con una antena en toda la mitad del medio que estropeaba la foto de las vistas si querías hacer una panorámica. Entramos a la basílica y dimos una vueltecilla por allí, y me quedé con ganas de ver el monumento a los del Grande Torino. Estuvimos por allí una hora porque ya se notaba el frío, y volvimos a coger el bus de vuelta, sin saber que iba a hacer una visita turística (o no tanto) por todos los pueblecillos de la zona. Se suponía que Carmen y compañía iban a subir pero les llamé, y quedamos en el Mood. Allí nos tomamos un capuccino, y robamos unos cuantos tés y azucarillos, y para mi sorpresa, el botecito del ambientador de canela del baño, que había dicho que me gustaba. Fue graciosa mi cara cuando al salir Jose se abrió el abrigo y me dijo: “toma, guárdate esto”. Ahora mi baño huele a canela... Y desde allí íbamos a ir a cenar al kebab, pero al final decidimos cenar en casita y salir a dar una vueltecilla. La vueltecilla en cuestión fue ir a comprar los billetes a Pisa-Florencia (después de mucho investigar, encontramos un tren no tan caro) y pasarnos por el Murphy's, donde era el día de tres copas por 7,50, y me bebí los peores mojitos que he tomado en mi vida.

El jueves madrugamos bastante. Y es que yo quería ducharme antes de irnos a Porta Nuova a coger el tren hacia Pisa.Tuvimos que ir andando porque no aparecía ningún bus ni tranvía, y ya eran las 11 menos cuarto y el tren salía a las 11:05. El tren tenía 6 asientos, y Carmen y yo nos acomodamos pensando que no aparecería nadie más, ilusas de nosotras: apareció un matrimonio mayor de napolitanos. Y aunque a primera vista el tren sería comodísimo, nada más lejos de la realidad. Terminamos atrapando a Jose: Carmen tenía un pie debajo de él mientras que iba dormida, y yo me desperté porque no sabía dónde y cómo colocar mis piernas, y me dijo Jose que se las pusiera encima: dicho y hecho. Comimos en el tren, y sobre las 3 llegamos a Pisa. Después de dejar el macuto fuimos a ver la torre torcida (o inclinada) de Pisa, y yo descubrí además la torre inclinada de birra (Moretti, por supuesto). Y volvimos a la estación para coger el tren hasta Florencia. Para variar, nos dormimos los 3 (Carmen, Óscar y yo) y me desperté en la parada anterior a la nuestra. Una vez en Santa María Novella (o algo así, lo que vendría siendo Florencia Central) llamé al albergue que me había recomendado Isa para ver si tenían sitio, y cómo podíamos llegar. Después de dar tropecientasmil vueltas buscando la parada, decidimos echarle morro y entrar a un hotel a pedir un mapa (la oficina de turismo estaba cerrada ya), y la calle no aparecía en ninguna parte. Cuando por fin encontramos la parada de uno de los buses, y cuando por fin vino, nos subimos Carmen y yo a preguntar, y nos dijo que sí iba, y cerró las puertas con nosotras dentro, y con los chicos fuera, le pedimos que abriera y no quiso porque “estaban fumando”. Así que nos bajamos en la siguiente y volvimos a buscarles, y terminamos por ir todos andando. Encontramos una tiendecita donde comprar algo para cenar, y nos instalamos en una habitación de seis en la que nos habían prometido que no meterían a nadie más. Después de cenar Carmen decidió quedarse, y nos fuimos los 3 a dar una vueltecilla. Nos perdimos un poco, y justo fui a preguntar a un gaditano, y fue su amiga la que nos explicó cómo ir para el centro. Y ahí fue cuando descubrí lo que más, por no decir lo único, que me gustó de Florencia: el Duomo: me quedé como 5 minutos embobada mirando su fachada, y haciendo unas cuantas fotos, mientras que además experimentaba con los tiempos de exposición por la noche, etc. También vimos el Ponte Vecchio, que estaba lleno de andamios, la galería de los Uffizi por fuera, una plaza de la que no recuerdo el nombre... Y como estábamos cansadillos, o al menos yo lo estaba, nos fuimos al ostello, me conecté quince minutos y me subí a la habitación a dormir. Intenté no hacer nada de ruido para no despertar a Carmen, pero se despertó, y estuvimos un ratito hablando hasta que nos quedamos dormidas, o eso creo...

El viernes por la mañana Jose nos trajo las galletitas que habíamos visto el día de antes para desayunar, y nos pusimos en marcha. Estuvimos viendo callecillas, siempre guiados por Carmen, y antes de que fuera demasiado tarde, y aunque estaba algo nublado, fuimos al Duomo, lo vimos por dentro y subimos sus 463 escalones hasta llegar a la cúpula. Y aunque ya os digo que estaba nublado, las vistas eran impresionantes. Después de ver unas cuantas cosas más, fuimos a comer al sitio del que nos habían dado una publicidad, y aunque el sitio parecía algo cutre, el primer plato estaba bastante rico. Lástima no poder decir lo mismo de la ensalada. Y el postre fue en una heladería, en la que empezamos a pedir que nos dieran a probar de uno y de otro sabor, y del que al final me pedí una tarrina de beso y tiramisú, mientras gorroneaba a unos y a otros (y ellos a mí, todo hay que decirlo).
De allí fuimos a ver la iglesia rusa, el mercadillo de al lado del Duomo y otras cosas, y pasamos por un súper para comprar gel y champú, y cualquier cosa para cenar. Y ahí fue cuando descubrí que yo no tengo alma, pero que hay gente gilipollas: al salir, la puerta automática falló, y me pilló en medio. Del dolor me mareaba, y me senté ahí. La cajera quería llamar a una ambulancia, y terminé poniéndome una bolsa de patatas fritas en el golpe, para que no se hinchara demasiado. La gente me miraba, pero me daba igual, no podía ni mover el brazo. Y a lo que iba: la gente es gilipollas: salió la encargada, me preguntó qué hacía con una bolsa de patatas fritas, que buscara un bar para que me dieran hielo, que quizás la puerta se había cerrado porque yo “había bebido birra e iba un poco así” (teníamos una cerveza de las grandes que acabábamos de comprar para los cuatro). Luego intentó hacernos creer que no me había llamado borracha, pero Carmen y yo lo habíamos entendido perfectamente. Se negó a darnos la hoja de reclamaciones, y empezó a moverme el brazo diciendo que era médico. Entre el dolor y la impotencia terminé llorando, y después de un buen rato, nos fuimos. Pensaba que fuéramos directamente al albergue, pero iba mareadilla y me llevaron al hospital. Allí había un yonki con la chaqueta puesta de una forma demasiado complicada, y después de no sé cuánto tiempo esperando, me miró un médico con la voz de El Padrino, me dio una cosa que sabía a rayos, me hicieron radiografías y me regalaron una camisa de fuerza de la que también podrían haberme dado las instrucciones. Volvimos al albergue a cenar, y fuimos a buscar una comisaría para intentar denunciar a la tía porque me dijeron los del albergue que me tendrían que pagar. Cuando al fin encontramos la comisaría de los carabinieri, uno bastante estúpido nos dijo que eso no era de su competencia, así que nos volvimos, Carmen me cambió la cama (antes dormía arriba, pero no podía subir) y empezó mi primera noche de sufrimiento, ya que cada vez que me movía veía las estrellas.

El sábado por la mañana me levanté para ducharme como buenamente pude, con un dolor de la hostia, y sin ganas de nada ni de nadie. Desayuné otra de esas galletas, sin muchas ganas, y fuimos a la Academia a ver el David. No vimos mucho más, porque teníamos que coger un tren supuestamente a Bolonia, y nos queríamos pasar por el supermercado de buenas mientras Carmen y Jose iban a recoger el macuto. Estaba la tía bruja esa, y se hizo la tonta (qué puerta?), y el marido o lo que fuera fue el que nos dio la dirección del super por si queremos denunciar. Pero después de haber preguntado a unos cuantos policías, más simpáticos y comprensivos que el carabinieri de la noche anterior, nos dimos cuenta de que es un lío porque hay que buscar un abogado. Así que nos fuimos a la estación, y descubrimos que el tren no existía, y buscamos la opción más barata para volver a Turín: trasbordo en Pisa, que aprovechamos para comer, y otro en Génova. Llegamos a Turín sobre las 11 y pico, y cenamos en el kebab de al lado de Porta Nuova, y mientras los chicos traían las cosas a casa, yo me quedé en el Murphys, que estaban Estrella y Viqui. Empezó a llegar gente, y querían ir al murazzi: les acompañamos, y yo, en la puerta, iba acojonada por si alguien me daba un golpe, así que después de 5 minutos dentro de Alcatraz, decidimos venirnos a casa, y aunque eran las 4 de la mañana, me conecté, y hablé un ratito con Lore.

El domingo nos levantamos a eso de la 1 o las 2, y Jose y yo nos fuimos a comer una porción de pizza y a ver el Museo Egizio. Después habíamos quedado con Oscar para ir a comprar regalos, y estuvimos dando un paseo por Via Garibaldi, me comí una piadina con nutella y nata, y llegamos hasta Piazza Statuto, donde cogimos el 13 sin saber exactamente dónde nos iba a llevar. Y como habíamos quedado con el otro Jose en ir a su casa, después de bebernos una cerveza en la calle para hacer tiempo, subimos. Entre tres chicos me quitaron la camiseta, y me estuvo mirando el hombro. Vio algo que le mosqueó, vinimos a casa para que viera las radiografías del viernes y decidió que fuéramos de nuevo al hospital. Mientras él y Oscar fueron a por el coche, Jose y yo buscamos dónde estaba el CTO (el hospital traumatológico-ortopédico) y esperamos a que viniera Carmen para despedirse. Llegaron todos casi a la vez, y allá que fuimos de excursión... Tardaron no demasiado en atenderme (un médico bastante mono, todo hay que decirlo), y me hicieron más radiografías. Me confundieron con una inglesa, y me preguntaron cómo se dice sujetador en inglés (bra, pero luego les dije también la palabra española). Berdugo me estuvo traduciendo lo que me dijo el médico, y me mareé un poco porque apenas había comido nada en todo el día. Así que me regalaron una manzana y dos paquetes de palitos como los de la mensa, y un chupito de no sé qué que tuve que tener debajo de la lengua durante un minuto, y que estaba asqueroso, mientras que Berdugo y la enfermera se reían de mis caras de asco... Salimos, pensé que había perdido mi palestino y decidí volver el lunes a buscarlo. Jose nos dejó en la puerta de casa, y fuimos a cenar a Pizza e birra (solo había camareras bordes, no estaba mi camarero favorito), y ya en casa, mientras los chicos recogían sus cosas, yo preparaba la ropa para la lavandería y estaba en el msn.

El lunes nos levantamos y fuimos a lavar la ropa. Habíamos medio quedado con Estrella y con Carmen para que se despidieran de los chicos, pero terminamos desayunando solos los 3. Pensábamos también pasar por casa de Berdugo para despedirse, pero al final iban con el tiempo pegado y yo fui a acompañarles. Y cuando volví a casa, estaba demasiado silenciosa. La verdad es que después de diez días, creo que me había acostumbrado a la compañía, y se les echa de menos... Me conecté un rato y me llamó Estrella para decirme que iban a la mensa, y aunque iba a pillar el albergue para Budapest, me fui para allá, me ayudaron con la bandeja, y luego me quedé con ellos mientras se tomaban un café. Fuimos a por el regalo de Andrea por parte de Jesús, me acompañarn Camino y Sara a por la camisa que había visto el día anterior en Via Garibaldi, y acabamos Sara y yo dando una vuelta sin saber dónde ir, pero sin querer irnos a nuestras casas. Al final, sobre las 7, llegué a casa, y me llamó Silvia para decirme que iban a dar el regalo a Joaquín, que me pasara si me apetecía, y para allá que fui después de hablar un rato con mi padre por skype. Habían preparado un aperitivo con un montón de cosas, y sobre las 11 me vine para casa, me conecté un rato y más pronto que tarde me fui a dormir, para madrugar e ir a clase.

El martes me levanté porque a las 10 tenía clase. Después me vine para casa a ordenarla un poco, y a hacerme la lista de todo lo que tengo que hacer, no sin antes pasarme por el Lidl a comprar un par de cosillas. A las 2 tenía una clase de las nuevas, y la verdad es que parece interesante, aunque tuve que irme antes porque era la visita al Museo Pietro Micca organizada por el curso de italiano. Y menos mal que no soy claustrofóbica, porque las galerías eran más bien estrechas, y subterráneas... Después de eso me pasé por casa de Silvia a recoger los papeles de lo de la luz, me conecté cuando llegué y hablé con Rober, las niñas y Oscar por skype. Después de eso hice cosas de provecho, organicé un poco lo que tengo que llevarme a Praga, lavé toda la ropa de lavar a mano, y me preparé un par de huevos fritos con tomate para cenar. Y aunque era algo prontito, me fui a dormir porque decir que estaba bastante reventada es decir poco...

martes, 10 de noviembre de 2009

Por los pagafantas!

Si me “quejaba” de que los tres primeros días de la semana pasada fueron demasiado tranquilos, no puedo decir lo mismo de los últimos...


El jueves fue un día de vaguería, ya que lo único de provecho que hice fue ir a italiano. Silvia y yo pensábamos invitar al francés a venirse de fiesta con nosotras, pero estaba malato (lo que viene siendo malo). Hicimos el examen, desastroso, salimos todos sin haber entendido nada, y de ahí nos fuimos con Ela a cenar a la mensa, no sin antes pasar por el Lidl a por cervezas para la noche. Vine a casa a arreglarme un poco, y aunque pensaba que me amuermaría, me conecté un rato y fui la última en llegar a casa de Bea, que habíamos quedado allí para evitar el frío del Valentino. Dos cervezas y media del Lidl después, como su compañera estaba algo molesta, nos bajamos al parque, y no hacía ya frío. Todo el mundo estaba allí, y antes de llegar nos encontramos una montaña de hojas en la que nos estuvimos haciendo fotos y en la que me caí. Espero que no hubiera nada indeseado en ella... Después de beber allí un rato, hablar con unos y con otros... entramos al Chalet. Y madre mía... nada más entrar, Silvia y yo cogimos por banda a un chaval que decía que se iba a su restaurante, y nos invitó. Era un tal Gigi del que huimos... Y me encontré con otros, de los que no voy a contar lo qué pasó (los que me leéis habitualmente, excepto los anónimos que me insultan, ya lo sabéis) porque luego todo se sabe... Pero fue bastante surrealista... Cuando nos echaron del Chalet me vine a dormir, eran las 5 y media y tenía que madrugar para ir a buscar a Óscar y Jose a la estación a las 12...


Por la mañana el viernes Cármen me llamó para ver a qué hora empezaba la clase de Linguaggio Radiofonico, pero no había. Me volví a dormir, y a las 11 me llegó un sms de Óscar diciéndome que habían perdido el avión, y seguí durmiendo. Y ya a no sé qué hora me llamó Estrella, y nos pasamos una hora hablando, me di una ducha y me fui a buscarles. Allí estaban, rodeados de maletas y esperándome. Sólo llegué media hora tarde... Volvimos a casa, conocieron los cinco pisitos andando, y nos bajamos a donde las pizzas del ostello, pero estaba cerrado, así que terminamos en el Pizza e birra. Y de allí llegué tarde a la reunión de la radio. Y de allí, me vine a casa, fuimos a cenar a casa de Jose y Silvia y le dimos una sorpresa, ya que para nada se esperaba que estuviera aquí Óscar (en teoría no llegaba hasta enero). Estuvimos allí un buen rato, haciendo monerías a la niña, y probando licores extraños, y nos fuimos al Murphy's. La verdad es que había estado una vez y no me había gustado demasiado, pero esta vez me encantó. Y recobré mi fe en la cerveza, la probé con zumo de naranja y está muy rica... Y eso que en todo el día fui incapaz de ver la cerveza, una mala resaca la tiene cualquiera... También estuvimos un rato en el Shamrock, y como les pusieron cubatas de garrafón, volvimos al Murphy's y probé el Beer Cocktail con plátano. También riquísimo. Y como estaban cansadillos nos vinimos a casa, y a las 3 y media estaba en la cama...


El sábado nos levantamos a una hora prudencial (las 12 y pico), y salimos a buscar un cajero, a dar una vuelta y al Lidl. Comimos a las 5 de la tarde, y nos acercamos al mercadillo de Piazza della Repubblica pero ya estaban quitando los puestos. Compramos unas moretti y nos las bebimos en el tranvía, pendientes de que no apareciera el revisor. Y como era prontito, pensamos en subir al monte de los Capuccinos, volvimos a casa a ducharnos y cenamos, y nos fuimos a ver el partido del Madrid y el Atleti en el Shamrock, y después a probar otro cóctel de cerveza al Murphys, esta vez con fresa, y no me hizo tanta gracia como los dos del día anterior. Como después había botellón, antes de ir al Murazzi, Estrella llevaba sus cervezas, y se las metió Óscar en el abrigo... Y el el Murphys nos encontramos con Vicky, y con Sara y Camino. Nos fuimos a los soportales de Vittorio Veneto, y a por cervezas fresquitas al Pizza e birra (el camarero no estaba a lo que estaba esta vez, había demasiada gente...), y después de que Óscar y Jose vacilaran un poco a todo el mundo, nos fuimos al Alcatraz debajo de la lluvia. Allí me hice fotos con Espinete (el primer pagafantas de la noche), cuidé la cerveza a Pedro mientras iba al baño, y como por el camino unos italianos nos habían aconsejado ir al Giancarlo y todo el mundo se iba para allá, allá que fuimos, y allí apareció el segundo pagafantas de la noche, con el que estuvimos brindando Silvia y yo por los pagafantas, al que intentamos sacar copas para todo el mundo, y que no conocía la frase “Contigo no bicho”, una de las frases más conocidas en Italia... Lo que pudimos reirnos del personaje... A Jose le empezó a tocar el pecho cuando le dije que le invitara a algo, diciendo que era gigante... Cuando nos echaron nos quedamos en la puerta hablando un buen rato, y luego Silvia, Ela y su amigo nos acompañaron a la puerta de casa. Cuando nos quisimos acostar eran las 7 y media, y por eso no es extraño que no nos levantáramos hasta las 3 (bueno, a esa hora me desperté y me puse a leer mientras los chicos se despertaban), y estuvimos toda la tarde haciendo el vago, tirados en la cama, hasta las 8 o así que nos fuimos a cenar con Jose. Nos llevó a un bar a tomar el aperitivo, y estaba genial, aunque llegamos un poco tarde, y luego fuimos a dar otro paseo debajo de la lluvia, por Piazza San Carlo y las calles que hay cerca, y nos contó qué cosas podemos ver...


Y aunque pretendíamos acostarnos pronto para madrugar hoy, me vicié a internet y no me dormí hasta las 2 y media. Eso sí, dormí de un tirón hasta que Jose me ha lanzado un cojín a la cara y me ha despertado a las 10. Y después de haber desayunado y decidido qué hacer, hemos ido a Piazza della Repubblica, hemos comprado algo de pescado, fruta y verdura y nos hemos venido a comer pronto, eso sí, con una cerveza para el camino en tranvía. Y después de eso, por aprovechar la tarde, pensábamos ir a lo de los símbolos masónicos, y al Valentino, pero cuando hemos visto que estaba saliendo el sol después de 2 días enteros lloviendo, hemos decidido ir a Superga. Hemos llegado a Vittorio Veneto para coger el 15, y mientras esperábamos he llamado a Estre a ver si se apuntaba. Cuando hemos llegado a Sassi (donde se coge el tren cremallera a la basílica) una mujer muy simpática nos ha dicho que no había hasta el miércoles, que no nos recomendaba subir andando, y que no había ningún autobús. Lo de simpática intentaba ser ironía, y hemos visto que sí había un autobús pero teníamos que esperar casi 45 minutos, así que nos hemos ido por donde hemos llegado, y les he enseñado el Valentino, la facultad de arquitectura y la fortaleza medieval, y desde allí hemos ido a la ruta de los símbolos masónicos por Piazza Solferino. Y como era demasiado pronto para venirnos a casa, pero en la calle hacía fresco, nos hemos metido en el sitio de los casi 40 tipos de chocolate y hemos probado tres. Estaban muy ricos, y el hombre nos ha dicho que tenemos que volver a probar los que nos faltan. Habrá que volver.


Y de allí hemos pasado por el Lidl, y como queríamos ver los horarios a Aosta para mañana, hemos pasado por Porta Nuova, y de paso hemos comprado los billetes, y ya hemos vuelto a casa, me he peleado con Internet y la chiaveta de Wind (no me deja conectarme), he llamado para quejarme y han pasado bastante de mí, he cenado y no he hecho nada más. Y aunque veo que no lo voy a poder colgar hoy porque mi vecino DLINK no se conecta, y la chiaveta pasa de mí, ya os contaré más novedades. De momento, mañana por la mañana me voy a Aosta con Jose y Estrella, y el miércoles nos vamos a Como y puede que a Florencia. Lo dicho, tendréis noticias mías.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Tranquilidad...

Lo que va de semana se puede decir que ha sido tranquilo. De hecho, lo más interesante que he hecho fue ayer, cuando después de llegar a la facultad a la clase de arte, no se sabía si el profe iba a aparecer y decidí irme a dar una vuelta con la bici. Cogí el Valentino, y seguí el río hasta que llegué a un puente con pinta de que no se podía seguir... Así que me di la vuelta, y al llegar a casa me cogí el portátil y me bajé al bar del Valentino a intentar bajarme cosas. Pero como 2 minutos antes había explicado a Bea cómo descargarse capítulos de Lost, y compartíamos IP, me fue imposible bajarme nada. Me pedía que esperara 120 minutos, y me echaron antes...

Quitando eso y el sortear coches para evitar que me atropellen cuando las ruedas de la bici se cuelan en los raíles del tranvía, estos tres días no han tenido nada de especial. La lavandería el lunes por la mañana y el llenar la casa de ropa para intentar que se seque del todo, ir a todos lados con la bici (cuando voy andando se me hace raro), no tener clase, sólo hoy la de linguaggio giornalistico (para la que me he levantado 15 minutos antes de que empezara), pasarme un rato intentando hacer "la foto" de mis vistas con las lucecitas que supongo que son de navidad, y descubrir que hay más gente que está como yo (aunque no voy a explicar qué compartimos)...

Mi vida de estos tres días no ha sido mucho más. Mañana tengo el examen de italiano, y no sé ni por dónde empezar. Y he estado sin internet, porque conté mal. Eso hizo que me haya visto las dos únicas pelis que tenía en el disco duro: Historias del Kronen, y La lista de Schindler. Quizás escriba sobre ellas en el otro blog, que lo tengo abandonadito...

lunes, 2 de noviembre de 2009

Esto es Halloween...

Sally, de Pesadilla antes de Navidad

Estrella y yo. Dos muertas muy vivas

Jesús, Estrella, Sara, Silvia y yo en Alcatraz

Fran y yo

Pedro y yo. Da mucho miedo...

Jesús y yo. O Drácula y Sally

Estrella y yo

Todos los que estuvimos en mi fiesta, apretujados en la cama...

domingo, 1 de noviembre de 2009

Chim, pam, pum, bicis "nuevas" y cicatrices en la cara

El jueves, después de escribir por última vez, lo único que hice de provecho fue ir a la clase de italiano, a enterarme de muy poco, como siempre. Y a la vuelta, le dije a Silvia todo lo que pensaba de ellos, y de que fueran a dejarme tirada en mi fiesta de Halloween. Y después de eso, me subí a casa porque entre que no me apetecía demasiado salir, y que el viernes tenía clase a las 10, era lo mejor que podía hacer...


El viernes pretendía ir a la lavandería, pero por unas cosas y por otras no pude ir (se me empieza a acumular la ropa sucia), pero estuve en clase, y luego en una reunión del RadioSpazio Creativo en la que intenté enterarme de algo, y se puede decir que de algo me enteré. Luego iba a ir a casa de Estrella, pero entre que no sabía dónde vivía, que mi móvil se había quedado sin batería y que aunque llevaba el otro, no encontraba la agenda, tuve que volverme a casa y cuando llegué me dijo que no hacía falta que fuera porque iba a dormir. También al llegar a casa llamé a Carlos y también a él, como a Silvia el día anterior, le dije qué pensaba, y que a eso en mi pueblo (irse a patinar cuando yo había organizado una fiesta) se le llama dejar tirada. Me intentó convencer para salir, y la verdad es que las pocas ganas que pudiera tener se me quitaron. También Bea me llamó, porque Carlos le había dicho que estaba cabreada y demás... Pero si salí fue porque no he venido aquí a amargarme, sino a pasarlo bien. Y sí, lo pasé bien: me fui a casa de Silvia, y en la puerta estaba Estrella. Estuvimos allí un rato, y al bajar pasamos por la pizzería de las cervezas y como apenas había cenado me compré una porción de margherita. Salimos, y pensamos que no teníamos cómo abrir las cervezas, así que decidimos entrar a que los de la pizzería las abrieran. Sería la primera de tres veces...


Estuvimos haciendo botellón en las gradas del Palazzo Nuovo, y la verdad es que cuando llegamos éramos los primeros. Nos sentamos, y vi que enfrente estaban Jesús y Sara, con un italiano (Vittorio, o Emanuele) y se vinieron con nosotros. Ya empezó a llegar gente, y Estre y yo nos quedamos con ganas de hacer “chim,pam,pum” a alguien en la cabeza con una botella de cerveza vacía. Pero como la violencia es mala, nos contuvimos. Volvimos a la pizzería a por otra cerveza y a que nos las abrieran... Y volvimos a las gradas. Allí había otras chicas de Bellas Artes, y estuvimos con ellas el resto de la noche. Y hablando con unos y con otros, que yo no pertenezco a una secta que me impida relacionarme... Y después de otra visita a la pizzería, y de que los de allí ya nos conocieran, nos fuimos al Lapsus, que para algo era viernes. Y ahí estuvimos hasta que nos echaron. Cuando llegué a casa, a eso de las 6, me eché a dormir pensando que en un rato tenía que levantarme para ir al mercadillo de Piazza della Repubblica a por nuestras bicis.


Y aunque habíamos quedado a las 12, me levanté a las 11.45 y vi que Estrella me había llamado tres veces, así que le llamé con mi voz de recién despierta después de una noche de juerga y con una garganta que ya de por sí estaba cascada... Así que me preparé un vaso de leche con miel y un sandwich de nutella, miré qué bus o tranvía me dejaba cerca y nada más bajar, llegó el 16. Y fui yo la que tuvo que esperar...


Y en Piazza della Repubblica fue donde me salió el venazo consumista: verduras, medias, calcetines gordos, un vestido, un exprimidor, un rayador de queso y, por supuesto, una bici. Aunque eso fue lo que más nos costó, porque pretendía que le diéramos 35 euros por una bici que tendría más años que nosotras dos juntas, y encima sin cadena. Al final el tío me dio su cadena, o eso me dijo, y nos dejó todo (las dos bicis y una cadena) por 55 euros. Eso sí, mi bici es de lo más hortera... Y encima tenía el sillín demasiado alto para mí, y tuvimos que pasar por otra tienda de bicis (esta vez sí era tienda) para que me lo bajaran. Menos mal que el brasileño era majo y no me cobró nada... Así que después de que casi nos atropelle un tranvía nada más estrenar nuestras bicis, nos fuimos a casa de Estrella a comer, y allí preparamos los tomates y... ¡el salmón! Después de ni se sabe cuánto tiempo, comí pescado fresco.

Y nos vinimos a casa. Con las bicis, por supuesto. Intentando no matarnos (vamos 2-1). Pasamos por el Lidl a comprar algunas cosas que me faltaban, allí se me cayó un paquete de palillos que quedaron desperdigados, y unos me dijeron algo que no entendí. Pero me dieron miedo.


Una vez en casa, me puse a recoger un poco, me di una ducha y me lié a hacer la cena, aunque aún no sabía cuánta gente vendría. De hecho, algunos lo decidieron mientras hablaban conmigo por tuenti. Y aunque por un momento vi que la fiesta iba a ser a oscuras porque se fundieron los plomos, y tuve que salir a la escalera en pijama y zapatillas para volver a dar la luz, todo salió bien: Al final fuimos 12, y aquí estuvimos hasta las 3, contando chistes y pintándonos, que para eso era Halloween. Y aunque llevaba toda la semana haciéndome a la idea de ir de bebé zombie, a última hora me dio vergüenza salir a la calle en pijama, y como el vestido que me había comprado era de trozos (cómo no), termine disfrazándome de Sally (la de Pesadilla antes de Navidad) y buscando a Jack, pero no apareció. Nos fuimos a Alcatraz, y otra vez, por segunda vez en mi vida, acabé subiéndome a algo y bailando. Me sorprendo a mí misma...


Acabé acostándome a las 6 y media, quitando un poco los trastos de en medio. Y hasta la 1 y pico que me he levantado hoy. He recogido un poco la casa, me he conectado y cuando he terminado de comer he decidido irme un rato con la bici, aunque parecía que hacía un día de perros. Me he ido por el Valentino, siguiendo el río, y cuando me he cansado de ese lado he dado la vuelta, he ido a comprobar si los domingos abre la lavandería, y he seguido por el otro lado del río. Sobre las 6 he llegado a casa, me he puesto a recogerla (aunque había recogido ayer, estaba hecha un asco), me he dado una ducha, he lavado toda la ropa que tengo que lavar a mano, y he cenado mientras me peleaba con Wind. De hecho, creo que no voy a poder subir esto hoy, porque no sé por qué extraña razón no me deja conectarme... Pero creo que con lo poco que he dormido este fin de semana, aunque sólo sean las 11 de la noche, me voy a echar a dormir ya, que mañana pretendo hacer algo de provecho con mi vida. Veremos a ver si lo hago o no.