sábado, 3 de octubre de 2009

¡Escrito desde casa!

Estoy en mi casa. Después de haberla limpiado un poco bastante, ya que platos y demás no me dejaron, pero mugre me dejaron bastante, empiezo a decorarla. Y cada vez me gusta más.

Bueno, os cuento que he hecho estos días que tan abandonados os he tenido. La última vez que os escribí fue desde el ostello, cuando ya había recogido todos mis bártulos, y antes de ir a clase a no enterarme de nada. Bueno, me enteré de la bronca que echó a los españoles que fueron por primera vez y que no se callaban, porque se lo dijo en castellano. Por una vez el resto de la clase se sintió como me siento yo todos los días por no entender nada. Fui todo el día cargando con el ordenador, e histérica porque no encontraba un cajero y aún me faltaba la mitad de lo que tenía que pagar a la casera. Y es que a diferencia de los caseros de los demás, la mía no es maja... Después de comer me acompañaron Bea, Carla y Silvia a MI casa, y la mujer me estuvo explicando todo. Incluso que tiene que mandar al fontanero porque el botón de la cisterna está suelto. Ironías de la vida... (en casa de la hija del herrero, cuchillo de palo).

Bea y Carla se fueron a ver otra casa, y quedamos después. No sin que antes, nada más salir la tal Cristiana de MI casa, pegara un grito en plan “tengo casaaaa”. Silvia y yo estuvimos mirando cosas, y descubrimos una sorpresa bastante interesante: en el congelador había dos cubiteras. Aunque he usado sólo una, porque la otra estaba llena de mugre y ni aún fregándola se quitaba, así que está encima del armario con el resto de cosas que no quiero (unos cuadros terriblemente feos, entre otras cosas).

Nos bajamos a buscar a Bea, y le acompañamos a una de las casas. Fue un shock ver que lo que supuestamente era una habitación individual tenía tres camas, y no había más habitaciones en la casa, así que para olvidar un poco todo nos tomamos una coca cola en plena Vía Po, por la que nos soplaron 3.50 euros. A cambio les robamos bastantes sobres de azúcar, y me tenía que haber llevado el vaso también. Total, eran de los que regalaba el McDonalds... Y me subí al ostello, a por mis cosas. Por el camino fui consciente de que iba a ser incapaz de bajarlo (y de subirlo) todo yo sola, así que llamé a Jose, y además como Fran tenía que dejar cosas en mi casa, nos ayudó más gente. Y Jose no sólo me libró de subir los “cuatro” pisos con mi maleta, sino que encima me invitó a cenar a su casa. Allí estuve con Clara, y me volví a ofrecer para cuidarla cuando quieran. Total, se lo merecen... Después me volvió a acompañar, y vi a Carla en el Shamrock y me dijo que si quería me bajara después (tenía que subir la maleta pequeña a casa), pero me puse a colocar la ropa en los dos armarios que tengo, a ducharme y a preparar la cama (bastante cómoda, por cierto, aunque esta ha sido la primera noche que he dormido con almohadas), y a las 12 estaba tan reventada que me fui a dormir.

Como el jueves no tenía clase, me levanté a las 10 y media. Me fui a buscar el Lidl y di unas cuantas vueltas para encontrarlo. Cuando por fin apareció, compré un poco de todo y me destrocé para traer la caja con todo. Hice unas cuantas paradas, y en una de ellas me llamó Bea para contarme que tenía el piso, había ganado el casting. Donde no paré fue en el tramo de escaleras, y cuando me conseguí recuperar me puse a limpiar un poco la casa (insisto, tenía mugre). Me fui a comer a la mensa, porque después teníamos la reunión de orientación de la universidad, en la que casi me duermo. Después los de una de las asociaciones nos invitaron a un aperitivo que parecía un cumpleaños: patatas fritas, gusanitos de los naranjas, fantas...faltaban los gorritos de colores. Nos bajamos a esperar al resto, y cuando íbamos a volver a subir me llamaron, así que me quedé fuera y tuve que llamar para que me abrieran la puerta. Allí estuvimos un buen rato, y cuando me vine vino Fran a por sus cosas, y vi a Sara.

Estando en casa me llamó Carla para ver si se podía venir un poco antes de lo que habíamos quedado y así ir juntas al Valentino, porque no quería estar a oscuras en su casa, así que me duché y cuando iba a prepararme la cena, llegó con una cerveza, y después de destrozarnos las manos intentando abrirla con una cuchara, fuimos puerta por puerta y en la buhardilla del fondo nos abrió un chico: nos dio tiempo a ver que tenía una tele de plasma enorme, el mismo armario que yo, y que no se da con los techos porque es más alta (me estoy replanteando lo que me dijo Jose de ponerme un casco, ahora tengo un chichón). También vinieron Carlos y Bea, y estuvimos haciéndonos algunas fotos, y estrenando los hielos... Nos fuimos y estuvimos un buen rato haciendo el tonto, vino un italiano a comerme la oreja diciéndome que era un elemento, y que le hablara en italiano aunque él no hacía más que hablarme en inglés. Bea me rescató, y luego Silvia casi me lo vuelve a mandar, pero huí. También hubo otro, este ya dentro de la discoteca (el Chalet), y de este tuvo que rescatarme Carlos diciendo que él era el novio de las tres. Me dijo que quizás la semana que viene... Pero vaya personajes.

Y en la Chalet me sorprendí a mi misma. No os lo vais a creer, pero me subí y me tiré toda la noche bailando. Si el viejo podía, yo también. Y es que hubo un viejo bailando toda la noche, y un par de travelos extraños que debían ser los animadores de la fiesta. Salimos de allí a las 5 menos 5, y por lo visto cerraban a las 5. Tardé nada en llegar a casa, pero menos mal que me acompañaron porque había un montón de borrachos por la calle. Me puse las alarmas y me eché a dormir, que habíamos quedado a las 12 para ir a Ikea.

A las 10 y media me sonó la alarma, y estuve dejándola sonar hasta las 11. Lo justo para desayunar, recoger un poco por aquí, prepararme e irme. Nos tocó esperar un rato, y nos recorrimos toda la línea de metro (Porta Nuova-Fermi). Allí estaba esperándonos Joaquín, ya que su facultad está por allí, y cuando descubrimos cuál era el autobús que llevaba a Ikea, después de dar unas cuantas vueltas, lo cogimos. Nos tocó jugarnos la vida, cruzando autopistas y demás. Fui a la que más le cundió la compra: 65 euros y compré de todo, aunque creo que tendré que volver un día más. Y descubrimos que es muy fácil robar en Ikea: sólo hay que salir decidido con la bolsa llena por la salida sin compra: si lo llegamos a saber no pagamos...

Comimos allí, y tengo que confesar que robé los cubiertos... Pero es que no sé quién dijo que había un menú por 3 euros, y de eso nada...

La vuelta a buscar el autobús fue peor: cargados, otra vez cruzando la autopista... Menos mal que me ayudaron con mis cosas, porque si lo llego a tener que traer sola, todavía estaría viniendo...

Cuando llegamos a Porta Nuova fue muy surrealista: fuimos a coger un autobús, que no salía porque el conductor había perdido las llaves. Cuando decidimos ir a buscar otro, nos gritaron que ya las había encontrado, y al final cogimos ese. Pero fue la primera vez que un conductor de autobús nos preguntaba si habíamos visto unas llaves...

Me ayudó Joaquín a traer las cosas a casa, y como si se iba a su casa no iba a volver porque vive lejos, se quedó aquí y esperamos a ver qué plan había para la noche. Bea se fue a firmar su contrato, y teóricamente iba a venir cuando terminara, pero ya nos la encontramos por el camino cuando íbamos al bar del Valentino con wi-fi. Así que me bajé el portátil, para mirar los vuelos de vuelta a Madrid (buena o mala noticia: vuelvo el 18 de diciembre), el de Praga, y uno que hay a Oslo por 10 euros. Hablé un poco con Lore y Luis, y con Oscar y mis padres, pero me empezaron a meter prisa, y iba por el parque con el portátil en la mano, andando y hablando por Skype, hasta que el wifi dejó de llegarme. Subí a por el cargador del ordenador, y nos fuimos a casa de Silvia y Alba, que pillan wi-fi en su casa de Vía Po (como les odio). En ese rato el vuelo a Praga había subido 15 euros, cosa que no me hizo ninguna gracia. De todas formas no lo cogí porque la conexión se me iba todo el tiempo, y preferí hacerlo cuando el wifi vaya bien. Cenamos pizza, estuvimos un rato hablando y llegó un momento en que me tiré entre las dos camas (tenía un hueco en medio bastante grande, pero estaba tan reventada que me dio igual), y me estaba quedando dormida, así que esperé a que alguien bajara para bajarme con él. Fueron Bea, Carlos y Joaquín. Estuvimos esperando a que el bus de Joaquín llegara, me fui bajando con ellos hasta Vittorio Veneto y yo me fui para casa que estaba destrozada. Estrené las almohadas, y qué bien sienta dormir con almohada. Así he notado menos la señora contractura que tengo entre cuello y hombros de tanto cargar peso...

Hoy el plan era ir a comprar las bicis, pero yo prefería descansar, y les dije que cuando me levantara les llamaba para ver dónde estaban. Así que les he llamado, me han dicho que iban a comer a la mensa, y que me avisaban. Pero no me han avisado, así que podéis imaginaros que ahora mismo tengo un pequeño cabreo. Básicamente porque no me apetece ni pizza ni kebab, ni dejarme un pastón en un restaurante, y porque mi nevera está un poco vacía. Así que es la última vez que espero a nadie para ver qué planes hay. Total, es mejor comer sola que no comer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario