viernes, 18 de diciembre de 2009

Últimas noticias turinesas del año

Me voy de vacaciones. Vuelvo a lo que, hasta hace tres meses, era mi vida normal. Durante tres semanas viviré de nuevo en Móstoles. Durante tres semanas estaré rodeada de la gente que me quiere y que yo odio con cariño. Dentro de dos horas, exactamente, vendrá un taxi a recogerme para llevarme a la estación de buses (ya que Turín es una ciudad en la que no saben lo que es un búho). Aprovecharé el bus que me lleva a Malpensa para dormir. Después, cuatro horitas en el aeropuerto (ya que el bus que tendría que haber cogido estaba hasta arriba), y otra siestecita de dos horas y pico en el avión. Ya en Madrid, me esperan Paula y Noelia para "darme un abrazo que me va a tirar al suelo" y un cocido que me va a saber a gloria. Y todos los demás, por supuesto...

Los tres últimos días en Turín han sido algo raros. Raros por los preparativos de la vuelta. Raros por las despedidas. Raros porque una parte de mí no quiere despedirse de esta ciudad hasta el año que viene, pero la otra está loca por pisar suelo madrileño.

El lunes por la mañana lo pasé con Camino en el mercadillo de Porta Palazzo. Fue un día bastante consumista, todo hay que decirlo. Comimos en mi casa, y la acompañé al centro a buscar un vestido, y fui yo la que se lo compró. Y como os dije que os contaría qué había sacado en mi examen de italiano, os lo cuento: un 23 (sobre 30). Y tengo que reconocer que me esperaba algo más, pero total, para lo que me va a servir... Después de eso, nos fuimos de cena de despedida, y después de buscar el sitio al que pretendíamos ir, que estaba cerrado, acabamos en una pizzería un poco antro, pero de la que me llevé un buen recuerdo: fui a pagar mi pizza y la de Estrella con un billete de 20 euros, y me devolvió dos de 10. Así que la cena nos salió gratis...

El martes me levanté justo para ir a clase, comí corriendo, me di una ducha rápida y aún así, llegué tarde. Y después de eso, me fui a casa de Estrella a hacer galletitas de navidad. Y aunque nos quedaron más o menos monas, hay que reconocer que cuesta comérselas, no porque estén malas, sino porque están un poquito duras. Vamos, que se pueden utilizar como arma arrojadiza. Pero de sabor, están ricas. Y como las de Pucela volvían al día siguiente a España, quería despedirme de ellas, así que me invitaron a cenar. Y me tocó esperar al tranvía durante 35 minutos, porque Sara logró convencerme. Estuve ayudando a Camino con la cena (hizo su primera tortilla de patata, yo me limité a batir los huevos), y después de las despedidas, y de convencernos de que serán solo tres semanas, si es que no nos vemos antes, Pedro y yo nos bajamos a coger el último tranvía. Último tranvía que no pasó, y esperé a otro que me dejaba relativamente cerca de casa. Llegué a punto de congelarme, y para variar me conecté.

El miércoles amaneció a las 3 de la tarde. Cuando vi el despertador, no me lo podía creer. Así que me levanté y me fui a hacer todo lo que tenía que hacer: alguna que otra compra, intentar conseguir los libros que me tengo que leer y, como era pronto cuando volvía a casa, pretendía irme a hacer fotos. Menos mal que se me ocurrió comprobar si tenía batería en la cámara, y no se encendía ni siquiera. Así que pospuse el plan para mi última tarde del año en Turín, y empecé a hacer la maleta y a organizar un poco la casa.

Y hoy, jueves, mi último día del año en Turín... Me he despertado tarde, pensando en que no iba a dormir apenas. He comido y he aprovechado la luz del día para ir a hacer algunas fotos. Cuando empezaba a anochecer, he vuelto a casa, he cogido la ropa sucia y me la he llevado a la lavandería. Al salir, he estado media hora esperando al tranvía (ese mismo que el otro día no apareció) y cuando se me ha ocurrido mirar hacia el otro lado, ya a punto de congelarme y sintiendo cuchillas en los dedos, he visto que había uno en esa vía, supongo que averiado, así que macuto al hombro, me he ido hasta casa andando con tres bolsas de ropa empapada a la espalda. En casa la he tendido y en eso ha llegado Estrella, que había quedado conmigo para venirse a hacer fotos. Hemos subido al monte dei Capuccini, y allí había unos viejecitos con una vela y una botellita de champagne... bastante romántico para quien crea en eso, la verdad. Hemos bajado, he hecho alguna foto de las luces de artista de la Mole, y de Vía Po, y nos hemos venido a cenar a casa. He recogido lo que quedaba por medio, he terminado la maleta, y aquí estoy, intentando mantenerme despierta. La próxima vez que duerma en una cama, será la mía. La de siempre. Y no veais si tengo ganas... Móstoles, ¡allá voy! Celebraste que me iba con fuegos artificiales. ¿Cómo me vas a recibir?

domingo, 13 de diciembre de 2009

Qué de cuántos días aquí comprimidos

Madre mía, qué abandonadito tengo el blog últimamente. Pero es que entre estudiar para mi examen de italiano (mañana me dan la nota, así que dejaré constancia por aquí), unas juergas y otras, leer uno de los muchos libros que tengo que leerme, y los preparativos para volver el viernes a Madrid, no queda ni un ratito libre para contaros cómo me va por este lado del mundo. Porque sí, el viernes estaré de vuelta en casa, soy como el turrón y vuelvo a casa por Navidad, ya sabéis...

Bueno, voy a contaros las cosas de las que me acuerde, que después de 10 días soy consciente de que varias se me olvidarán, y otras haré porque se me olviden...

El jueves pasado, el día siguiente de la última vez que escribí en condiciones, me puse de los nervios, ya que mi intención era pagar la factura de la luz (que ascendía a 125, no os podeis imaginar la cara que se me quedó cuando lo vi) y pasé por varios cajeros, y ninguno me dejó sacar dinero. Así que con la factura de la luz, me volví a casa y descubrí que no podía sacar dinero porque... no había dinero en la cuenta... Así que lo pospuse para el lunes. La tarde la pasé, como siempre, en la clase de italiano, y por la noche pensábamos salir Cris, Carmen y yo, así que me arreglé y fui para su casa, pero se habían apalancado mucho, y llamé a Sara para irme hacia su casa. Y allí estuvimos, bebiendo champán y lambrusco con Andrea, y al rato decidimos irnos al Chalet, aunque yo quería ir a la fiesta de solteros del XO. Por el camino fuimos cantando la canción de "Soy una taza" y una italiana que quiso imitarnos terminó en el suelo (creo que iba más borracha que nosotras). En Chalet estuvimos haciendo mucho el tonto, para variar. Y un poco antes de que nos echaran, nos fuimos. Me acompañaron a la puerta de casa y todo...

El viernes me había puesto la alarma para ir a clase, pero aunque me desperté, fui incapaz de levantarme. Quedé con Sara y Camino para ir a la mensa, y después de eso nos fuimos Sara y yo a la reunión de la radio, pero como vimos que eran las 4 y cuarto y que nadie aparecía, decidimos irnos. Además, me convencieron para ir a Aosta, y estuve hasta bastante tarde esperando a ver si me llamaba Sara para decirme a qué hora habían quedado, y al final decidí no ir, y apuntarme a la manifestación contra Berlusconi que me había dicho Berdugo que había. Ese viernes no salí, creo que desde que estoy aquí fue el primero que no salí, sin estar mala y sin tener aquí visita. Así que cuando me desperté el sábado quedé con Jose, me di una ducha y me fui a buscarles a su casa. Y como la manifestación era poca cosa, y la niña tenía hambre, se fueron para casa y yo llamé a Camino y Sara para ver dónde andaban, y me fui a una pizzería de Via Po a comer con ellas. La tarde la pasamos en el Carrefour (de camino al cual me libré de que me pillara un revisor, bajándome justo en la parada que se subió él). Luego me vine para casa a cenar, y estuve haciendo tiempo esperando a que vinieran Sara y Camino, ya que habíamos quedado para beber en mi casa y luego irnos al Alcatraz, en el que por cierto, nos rodearon un montón de moscones...

El domingo... no me acuerdo de qué hice el domingo, para qué os voy a engañar... Creo que fue uno de esos días en los que no salí ni de casa, pero... no me acuerdo...

El lunes fuimos a comer a la mensa, y como no había clase porque aquí también hicieron puente, a tomar un café, durante el que decidimos montar una cena esa noche en casa de Camino, Sara y Andrea. Yo desde allí me vine a casa a por las cosas de italiano, porque esa decidió no hacer puente, y me amodorré un poco, pero al final fui. Y cuando volví me conecté un ratito, y me fui para casa de estas niñas. Estuve 20 minutos esperando al tranvía, y pensaba que sería la última en llegar, pero en realidad fui la primera. Cenamos un poco de todo, pero lo que más triunfó fue el pollo con nata y los canapés con salchichas... Luego Ana, la amiga de Andrea, me maquilló un poco, y estuvimos haciéndonos un montón de fotos locas. Y nos fuimos al XO, que había una fiesta. Y allí estuvimos, haciendo un poco el tonto, y nos fuimos cuando un tío quiso pegar a Sara acusándola de haberle tirado la copa (curiosamente, el viernes volví a verle en el Lapsus contando la misma historia).

El martes me levanté más bien tarde (me había acostado a las 6, porque encima cuando llegué a casa me puse a mirar el correo: buena noticia: mi camisa ha aparecido). Así que después de comer me cogí la bici y fui a ver si estaba abierta la lavandería (era fiesta), y aproveché para mirar alguna que otra tienda. Al subir a casa cogí el macuto lleno de ropa sucia y allá que fui. Me tocó esperar media hora porque estaban todas las lavadoras (vamos, las dos), ocupadas. Así que como me había llevado el libro de arte, me puse a subrayarlo. Cuando volvía a casa, casi pierdo la bolsa con mi ropa interior limpia, menos mal que el que iba sentado detrás de mí en el tranvía me avisó (si no, creo que me habría quedado sin bragas y calcetines).

El miércoles me levanté tarde, porque tenía un dolor de cabeza bastante serio, pero a pesar de todo salí a correr un rato. Y como había quedado con esta gente a ver si habían conseguido el libro de racismo, me acerqué a la facultad para ver que no lo habían conseguido, y como tenía tiempo hasta las 6, que tenía que ir a italiano, me fui con Sara y Andrea a la Fnac, y el cajero nos dijo que había estado en "Castilla la Vieja". Ninguna de las tres le explicamos que eso ya no existe... Volví a casa a por las cosas, y me fui a una interesante (irónicamente hablando) clase de repaso en italiano, en la que, por cierto, nos hizo una prueba oral, a pesar de habernos dicho que no habría parte oral en el examen...

El jueves fue un poco de lo mismo: me levanté tarde y con dolor de cabeza, pero salí a correr para despejarme. Y pasé todo el día intentando repasar para el examen de italiano, porque temía que sería como el primero. Eso sí, cuando llegué y lo vi, me tranquilicé bastante, ya que menos alguna cosilla rara, me pareció bastante fácil. Ya os digo, cuando me entere de la nota os la cuento.

El viernes sí que fui capaz de levantarme a la hora. Así que podeis imaginaros la cara de tonta que se me quedó cuando llegué a clase a las 10:15 y la puerta estaba cerrada a cal y canto. Así que con todo el cabreo, volví a casa, salí a correr, me pegué una ducha y me tiré toda la tarde tirada (valga la redundancia), y después de cenar vino Estrella, que habíamos quedado para ir a la Champanada Universitaria. Llegamos a Vittorio Veneto a las 23.55, y nos confundimos de grupo de gente, así que casi nos quedamos sin comer uvas con las campanadas a la viva voz de Sara. Y ahí, bebiendo champán de un euro, nos pasamos gran parte de la noche. El resto fue en el Lapsus, que para eso era viernes y hacía frío en la calle...

El sábado, lo único que hice de provecho fue salir a correr (sorprendiéndome a mí misma de la resistencia que estoy pillando), ir a comprar al Lidl y una noche de confesiones en el Murphys entre Sara y yo. Y es que echaba ya de menos el Murphys, casi un mes sin ir... Y oye, contando con que me levanté con un dolor de tripa que no podía con mi alma, no está mal lo que hice...

Y hoy, domingo... a pesar de que a las 2 estaba durmiendo ayer, me he despertado a las 2 menos cuarto, y mientras estaba comiendo me ha llamado Estrella para ver qué iba a hacer hoy, y hemos quedado para ir al Carrefour a comprar para hacer galletitas, y hasta que hemos encontrado los moldes se ha hecho un poco tarde, así que lo hemos pospuesto para el martes. Y ahora aquí estoy, estresándome por la semanita que me espera, concienciándome de que voy a pasar dos horas de más en el aeropuerto de Malpensa, de que voy a tener que ir andando con la maleta a las 4 de la mañana desde casa hasta la estación, y con muchas ganas de llegar a Madrid y repartir abrazos de oso a mansalva.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Fotos de mi tour por Italia

Acabo de darme cuenta de que no había subido ninguna foto de cuando estuve por Firenze y Pisa. Aquí teneis algunas.

Sujetando la torre de Pisa












Pisa de noche












Pisa












El río de Pisa de día












Vistas desde el Duomo de Florencia












El Duomo de Florencia por la noche












Galería de los Uffizi, Florencia












La torre inclinada de Birra

Te hablaré

He recuperado una canción que hacía años que no escuchaba... (Maldita Nerea, Te hablaré)

miércoles, 2 de diciembre de 2009

La invasión de Lore y Carlos

Los días del jueves al domingo han sido intensos, o no tanto como me esperaba. Eso sí, en muy buena compañía. Aunque dos horas más tarde de lo esperado, llegaron Lore y Carlos, y el transporte público hizo que además yo llegara un poco tarde a recogerles (unos 20 minutos, nada más). Y mientras me acercaba a la estación, les vi saludarme de lejos y empecé a correr hacia ellos. Ellos hicieron lo mismo, maletas a rastras incluidas, y nos dimos un abrazo de oso entre los tres que hizo que a Lore se le cayera hasta la maleta al suelo.

Llegamos a casa, y me odiaron un poco debido a subir los cinco pisos con la maleta, y vimos qué podíamos comer. Y casi dos meses después de vivir en esta casa, preparé pasta por primera vez... Nada más comer me fui a hacer la compra, y les dejé por si querían dormir un rato. Y cuando estaba en el Lidl me llamó Estrella para ver si podía venir a por la bici, y la esperé y de paso me ayudó a subir la compra. Cuando llegamos a casa no se habían dormido, y eso que yo intenté entrar en silencio... Estuvimos un rato tirados en la cama, de risas, y nos fuimos a la calle: les enseñé Vittorio Veneto, Vía Po, piazza Castello, pasamos por delante del Museo Egipcio, el museo del Risorgimento Italiano y la Biblioteca Nacional, el Palacio Campana, el Palacio Carignano... Y cuando tuvimos hambre fuimos al sitio de las pizzas del ostello y se dejaron aconsejar: cuatro quesos y jamón y champiñones, para llevar a casa. Nos apalancamos y no salimos. En cambio, nos dedicamos a conectarnos y a hacer el tonto... Pero como todos estábamos cansados (ellos habían pasado la noche anterior en Barajas y a mí aún me duraba el cansancio) nos fuimos a dormir bastante pronto. Creo que incluso, más pronto de lo que me voy yo habitualmente.

El viernes por la mañana fui la que más tardó en levantarse... Les enseñé el Murazzi y sus vistas, y ahí empezamos a hacernos fotos tipo gif, y desde allí me los llevé al Valentino, donde les enseñé la facultad de arquitectura, la fortaleza (con los chicos de “Cataloña”), y aprovechamos para hacernos fotos de todo tipo, tirándonos hojas por encima incluidas. A la vuelta a casa descubrimos que hay, al lado de la facultad de arquitectura, un jardín botánico, y entramos a verlo. Así que sobre las 3 y pico nos vinimos a casa a comer, y nos relajamos un ratito antes de ir a ver cosas. La tarde del viernes la dedicamos a comprar regalos para sus familias, y a comprarnos uno de esos donuts rellenos de nutella que venden en Piazza Castello. No muy tarde nos vinimos a cenar, porque otra vez pensábamos salir por la noche, pero otra vez nos volvimos a apalancar, con un par de Moretti (ya que había conseguido un abrebotellas, no voy a contar cómo), y dedicamos la noche a hacer vídeos haciendo el tonto, conectarnos a internet gracias a la conexión de ruben y yo a guardar mis secretos.

El sábado por la mañana habíamos quedado con Estrella para ir al mercadillo de Piazza della Repubblica, y aunque llegamos algo tarde, creo que a ella se le pasó rápido el cabreo. Vimos los puestos de ropa (nos compramos leggins con pinta de ser muy calentitos), y después nos fuimos a los de la fruta y la verdura: plátanos, mandarinas y tomates, una chapata, una botella de limoncello y la cerveza china para Óscar. Y la vuelta en el tranvía... “Yo por Lore MA-TO” (Lore, pídeme que mate...)

Después de comer nos asaltó el dilema de qué ir a ver. Terminamos yendo a la Mole y con intención de visitar después el Palazzo Madama, pero entre unas cosas y otras (más bien, entre la cola que había para subir a la Mole) salimos demasiado tarde de allí, y lo del Palazzo se quedó en intención. Esta vez nos hicimos fotos en todas y cada una de las salas, estuvimos un buen rato en Matrix, en los váteres (si ya lo decía yo, en la Mole hay váteres y Matrix), en la nevera, en el café Torino... Todo eso, después de haber subido y haber visto Torino a través de la niebla...

Volvimos a casa a cenar, y se amodorraron: Carlos se durmió porque Lore estaba tirada, y luego Lore también se durmió, y yo me quedé esperando para despertarles cuando llegara la hora de que se fuera Carlos (tenía que coger el bus a Malpensa de las 3 de la mañana). Como no había un triste búho, nos tocó ir andando, y después también volver. Por el camino Lore y yo fuimos recordando viejos tiempos, con nuestras confesiones, y un poco más al llegar a casa mientras nos comíamos uno de esos yogures de un kilo. Nos quedamos hablando hasta que decidimos dormir un poco, ya que nos iba a tocar madrugar. Pero al final no madrugamos, nos levantamos a las 11, y Lore recogió todas sus cosas, pero dejó su toalla para obligarse a volver. Nos bajamos a coger el tram, y tardó un rato, tanto que me tocó correr para ir a comprarle el billete mientras ella corría con la maleta, pero llegamos a tiempo. Así que ya sola, me volví andando a casa, reflexionando sobre lo que había prometido a Lore y a Luis, y me convencí a mí misma de que llevaban razón. Y como empezó a llover, pensé no salir en todo el día, dedicarme a hacer cosas de provecho. Y una vez que las había hecho todas, como me había llamado Sara para ir a ver el partido Barça-Madrid, me fui al Shamrock. Y después del partido me vine a casa a darme una buena ducha relajante, y a cenar, porque durante el partido me sonaban las tripas de forma considerable... Me quedé en internet hasta tarde, para no perder las buenas costumbres, y el lunes me tocó madrugar para ir a que Brunelli nos firmara los learnings. Un tipo peculiar, con los pantalones subidos hasta casi los sobacos, y unos tirantes... Después de eso, para hacer tiempo, buscamos la biblioteca y nos explicaron cómo podemos hacer para coger libros... Y como teníamos clase a las 2, y yo estaba desmayada de hambre (pensando que llegaba tarde desayuné 3 mandarinas por el camino), y me comí un buen plato de pasta y un filete con guisantes... Y con el estómago lleno, nos fuimos a Processi comunicativi e razzismo, y Andrea, Jesús y yo nos fijamos en el mismo chico... Hablamos con el profe para enterarnos de cómo nos hará el examen, y me vine a casa, me conecté y me entró la pereza de ir a clase de italiano con la que estaba cayendo, pero como he decidido ser responsable, fui, aunque llegué calada. Pero quería saber la nota de mi examen: 20 sobre 30. Y eso que pensaba que lo había suspendido... Al volver a casa me preparé la cena, y me conecté hasta las tantas. Total, hoy no tenía que madrugar porque la casera no me había respondido el e-mail.

Así que me he levantado a las 11, y con la intención de irme a la lavandería, pero entre unas cosas y otras me he entretenido, y he decidido prepararme algo de comida e irme a clase. Y después de casi un mes, he cogido la bici. Después de la clase de Racismo he ido a que el tal Scaramuzzi me firmara el learning, y ha tardado tanto que me ha dado vergüenza entrar en mitad de la clase de arte, así que me he ido a buscar la biblioteca de Filosofía y Letras, y aunque solo eran las 4 y poco de la tarde, estaba cerrada. Así que me he pasado por el Lidl a por yogures, y al subir a casa me he cogido la ropa sucia para ir a la lavandería. He hecho tiempo en la tiendecilla de al lado (la mujer no me había fichado, y hasta me ha cambiado para la secadora). Y he vuelto en tranvía, porque con el macuto lleno de ropa húmeda podría haberme dejado la espalda en el camino. La he tendido, me he conectado, he preparado algo de cena y una ducha, y aunque pretendía empezar a estudiar hoy, entre unas cosas y otras se me ha hecho tarde. De hecho, me ha costado escribir esto... Es la 1, y me voy a ir a dormir, que mañana me toca irme un poco lejos a pagar el alquiler. Pero poco a poco voy quitándome de encima todas las cosas que tengo que ir haciendo...

Tendréis noticias mías... Y cuando la conexión de Ruben vaya mejor, os subo alguna de esas fotillos que nos hicimos.

lunes, 30 de noviembre de 2009

El resto de mis días en Praga

El lunes nos levantamos más bien pronto, por eso de que Luis tenía que irse a hacer que trabajaba y quería acompañarnos (a mí y a las amigas de una de sus compañeras de piso) al Castillo para comprarnos entradas con el carnet de prensa y hacer que nos ahorráramos 240 coronas. Así que allá que fuimos, subiendo la cuestecita aunque luego descubrimos que se podía evitar con un tranvía (uno de los motivos de mi odio hacia él). Aunque hay que reconocer que las vistas andando eran bastante más interesantes...

Cuando compró las tres entradas se fue, y nos quedamos decidiendo dónde entrar primero. Y coincidió que vimos a los guardias ir hacia la puerta, y les perseguimos para ver el cambio de guardia. Y volvimos a aprovechar para hacernos fotos, con uno que además parecía simpático (para uno que no daba miedo...)

Después de eso entramos en todos y cada uno de los sitios en los que podíamos entrar gracias a la entrada: una iglesia muy antigua, la catedral (que me encantó, sobre todo por fuera), una pinacoteca en la que la estúpida de seguridad nos perseguía (como si fuéramos a robar uno de esos cuadros tan feos), el antiguo palacio real... Sobre las 12 y pico o la 1 estábamos muertas de hambre, y bajamos porque habíamos quedado con Mónica en la puerta del metro, y aprovechamos para comprarnos una hamburguesa y una coca cola que nos supieron a gloria

, y que nos tomamos sentadas en un parque al solecito. Cuando llegó nos fuimos a por el Niño Jesús de Praga que le habían pedido a una de las chicas, y nos fuimos a comer al mismo sitio donde había cenado con Luis el viernes. Cuando acabamos de comer volvimos a la zona del castillo, y vimos la casa en la que vivió Mozart y nos fuimos a un bar en el que la cerveza costaba muy poco, y aunque era un antro, estaba bastante chulo. Y allí fue donde nos encontramos con Luis (mis explicaciones por teléfono funcionaron, aunque se riera de cómo pronunciaba los nombres de las calles).

Cuando salimos del bar aquel fuimos a un barrio desde el que se suponía que se veían los bebés de la torre de la televisión y en el que había muchos bares para quedarse de juerga. Así que mientras las chicas se quedaron en uno de esos bares, Luis y yo subimos a Viktov, una colina con vistas de toda la ciudad, en el que había un caballo gigante en el que estaba subido Jan Žižka, y por el camino nos encontramos un tanque en el que también nos subimos para las respectivas fotos.

Volvimos a coger el autobús, y ya en Kobylisy pasamos por el supermercado para comprar algo de cenar, y después de cenar me arreglé un poco para salir. Íbamos a ir al sitio de los mojitos de 5 litros y las tetas, pero nadie más se animó, así que fuimos a un par de bares y me tomé dos mojitos y un orgasmo (que no recuerdo qué llevaba, pero estaba rico). Y no sé qué hora era cuando nos fuimos a casa (y que conste que no iba borracha, es sólo que no saqué el móvil para mirar la hora). Sólo sé que fue cuando nos echaron del último bar...

El martes por la mañana nos levantamos bastante tarde, fuimos a comprar y nos fuimos hacia el centro para verlo de día. En la Plaza del ayuntamiento viejo vimos la iglesia que era sede de los Husitas, al hombre colgado y otras cosillas, y nos fuimos a comer. A mí no me llamaba mucho la atención el gulash, pero decidí probarlo porque era el plato típico, y tengo que reconocer que estaba riquísimo. Al salir del restaurante nos fuimos al estadio para intentar sacar entradas de prensa (yo daba el pego con la cámara) para el partido de hockey, pero fue imposible porque tendríamos que haber ido con tiempo. Aún así, vimos el partido, y hasta el primer descanso estuvimos en la zona del Fan Club del Slavia. En el descanso aprovechamos para comprarnos un helado y cambiarnos de sitio, y la verdad es que me lo pasé genial en el partido, incitándoles a pegarse...

El partido duró mucho más de lo que pensábamos, y aunque mi intención era haber comprado algún souvenir, cuando llegamos al centro estaba casi todo cerrado, y sólo pude comprar una taza para mí. Así que volvimos a casa, cenamos algo, estuvimos conectados hablando con Lore e intentando llamarla para felicitarle el cumple, y a las 2 salimos hacia el aeropuerto. Para coger uno de los autobuses me tocó correr, maleta a rastras, y eso hizo que llegáramos mucho más pronto de lo que habíamos pensado. Eso sí, nos dormimos los dos y nos despertamos en la parada anterior a la terminal de la que salía mi vuelo. Así que aprovechamos para ver la famosa exposición de fotos que, según Luis, tendría que haber visto en la hora y media que me tuvo esperando, hasta que nos desalojaron (empezó a sonar la alarma y por megafonía decían que abandonáramos el edificio). Cuando vimos que habíamos sido los únicos en salir, que todo el mundo se había quedado dentro y que el de seguridad de la puerta no nos impedía volver a entrar, volvimos dentro. Hasta que abrieron el mostrador, casi me hacen facturar (sirvió el argumento de “al venir no me hicieron facturar, y la maleta lleva lo mismo”), y lo mismo cuando al pasar el control no entraba por una cosa que tenían allí para medir.

En cuanto entré en el avión y coloqué mis cosas, me eché a dormir. Ni siquiera me enteré de cuándo despegamos, y lo mismo pasó con el aterrizaje. Una vez en Bergamo, más de lo mismo: en el bus me eché a dormir, y hasta que no llegamos casi a Milano Centrale no abrí los ojos. Y lo mismo en el tren, aunque ahí sí que me desperté alguna vez más, por el frío, por vigilar la maleta y por si aparecía el revisor (aunque esta vez sí llevaba el billete convalidado). Me desperté del todo al llegar a Porta Susa, y en Porta Nuova, en vez de coger el bus, vine andando hasta casa para despejarme, abrazando el bolso porque se había terminado de romper, y con la maleta a rastras.

Una vez en casa, me conecté para avisar de que había llegado, y me eché a dormir hasta que me llegó un sms al móvil español que me despertó (suena como la sirena de mi cole, en mis años mozos). Y me planteé si volver a dormir o ser responsable e irme a clase de italiano. Y como llegué a la conclusión de que si me pasaba la tarde durmiendo, no iba a dormir por la noche, me fui a no enterarme de nada en clase.

Al volver cené, y apenas tardé mucho en acostarme, que al día siguiente tenía que medio madrugar para ir a buscar a Lore y Carlos a la estación de autobuses.

Tres días, tres países: Italia, República Checa y Hungría

Llevo tres semanas sin casi tener un hueco para escribir. Pero en las próximas, creo que voy a poder llevar el blog al día... Si no recuerdo mal, las últimas noticias mías que tuvísteis fueron un día antes de irme a Praga, el miércoles de la semana pasada. Ese día fue bastante estresante, entre intentar recoger la casa con mi hombro inmovilizado, preparar la maleta y hasta ir a clase. Total, que a las 6 y cuarto de la tarde salí de casa, maleta, bolsa de la cena y bolso en mano, hacia Porta Nuova, y entre que el tranvía tardó bastante en llegar, que tenía que comprar los billetes y un montón de contratiempos más, casi pierdo el tren. Tanto, que compré el billete dos minutos antes de que se fuera, y no encontré ni una puñetera máquina que funcionara para convalidarlo. Así que en cuanto encontré un sitio en el que caerme muerta, me eché a dormir con el billete en la mano, bastante acojonada pensando que aparecería un revisor al que le daría igual que las máquinas de convalidar los billetes no funcionaran. Y cuando llegamos a una estación muy grande, yo todavía dormida, y le pregunté a una mujer que viajaba con un muñeco (que me recordó que Coco se me había quedado en casa) si aquéllo era Milano Centrale y me dijo que sí, me empecé a pensar una fecha para pasar un día en Milán gratis. Allí me volví un poco loca buscando dónde se cogía el bus a Bergamo, y dónde comprar el billete, y cuando lo encontré dio la casualidad de que uno estaba al salir, y aproveché para volver a dormirme. Y en el aeropuerto me busqué algún sitio para intentar dormirme, me comí los bocatas que me había preparado y me intenté acomodar, hasta que el estúpido de seguridad me dijo de mala manera que esa parte del aeropuerto estaba cerrada, que me fuera para el otro lado. Después de darme cuenta de que no iba a ser capaz de aguantar casi 8 horas sin dormirme, me acomodé como pude en el suelo, utilizando mi maleta de almohada (dejándome el cuello) y abrazando a mi bolso, hasta que a las 4 menos veinte el mismo segurata vino dando voces, despertando a todos de mala manera (hasta el punto de que sólo le faltó pegarnos patadas) y nos mandó al sitio del que nos había echado unas horas antes... Enfrente del mostrador de WizzAir se me sentó toda la fauna que había en el aeropuerto en esos momentos y en cuanto pude cogí mi tarjeta de embarque, tuve que guardar el bolso en la maleta, pasé el control (en el que me cachearon, para no variar) y me puse a buscar dónde comprarme una botellita de agua, pero no hubo manera de encontrarlo. Definitivamente, cuando pude embarcar, di el toque a Luis y me eché a dormir y no me enteré ni del despegue...

El avión aterrizó 20 minutos antes de lo previsto, y ahí estuve, hora y media, esperando a que Luis apareciera, y después de casi una hora allí sentada me envió un sms diciéndome que sabía que le odiaba con mucho odio, pero que no se había olvidado de mí, que había sido culpa de su despertador. Pero tenía tanto sueño que no podía ni odiarle... Cuando por fin apareció ni me vio, y tuve que correr un par de metros detrás de él, con la maleta a cuestas, y correr para coger el siguiente autobús que nos llevara al centro. Le acompañé a un sitio que tenía que ir, fuimos a casa a dejar la maleta y me dio la opción entre dormir o acompañarle a una entrevista. La siesta duró cuatro horas, y cuando me despejé y comimos, empezamos a prepararnos para la fiesta hippie-sesentera, a la que según él fui sin disfrazar (llevaba mi falda de trozos y la camiseta hippie, y una flor en la cabeza). Buscamos el sitio donde era la fiesta, y allí intenté que le gustara la cerveza, pero fui yo la que acabó no demasiado bien... Pero no voy a dar aquí los detalles de aquéllo... (y que conste que me acuerdo de casi todo).


El viernes por la mañana tampoco hicimos gran cosa: dormir, más bien. Y cuando comimos nos fuimos a conocer el centro de Praga. Me enseñó la Plaza de San Wenceslao (la más larga de... alguna parte, no lo recuerdo, y mientras escribo esto no tengo internet para tirar de Google)[Edito: es la plaza más larga del mundo], las callecillas céntricas, la plaza del ayuntamiento viejo, y terminamos subiendo hasta el castillo, aunque ya era de noche y no se podía entrar. Fuimos a cenar a un restaurante, y probé el queso frito. Y nos retiramos pronto a casa porque el sábado nos esperaba un buen madrugón para ir a Budapest.

El sábado, como ya he dicho, nos tocó pegarnos el madrugón, ya que el bus salía a las 6 y media. Y a las 6 y 25 estábamos cogiendo el metro en Kobilisy. Yo creía que me daba algo, con la carrera que tuvimos que pegarnos, y cuando Luis había llegado a dónde se suponía que estaba el autobús, e hizo un gesto como diciendo “dónde coño está” me acojoné, pero al momento vio que era ese, y nos dijeron que salía más tarde. No sé a qué hora saldría al final, porque me quedé dormida antes, pero a pesar de todo fui todo el camino notando el traqueteo de las autopistas checas... Fui dando cabezadas hasta Bratislava, y allí nos bajamos (al menos la estación de autobuses es muy fea) para poder estirar las piernas durante 10 minutos. Y al subir de nuevo, me dormí hasta diez minutos antes de llegar a donde nos dejó el bus. Y un poco perdidos, compramos un billete de metro que nos iba a servir durante 24 horas (y menos mal, porque Budapest está plagado de revisores). En la estación que pensamos que era nos bajamos, y había un centro comercial enorme que aprovechamos para comer. Manda narices, que lo primero que vimos de Budapest fuera un centro comercial. Intentamos que alguien nos explicara dónde había una oficina de turismo o algo parecido, y al final nos dijeron que cogiéramos un tranvía (en el que nos encontramos un revisor), y después de dar unas cuantas vueltas más, ver un teatro por fuera, una tienda llamada BO (con sus correspondientes fotos) y un San Paolo (un banco muy común aquí en Turín), encontramos la oficina de turismo, nos dieron unos mapas y pudimos ir a ver el Puente de las cadenas, el Parlamento de Pest, las vistas del Bastión de los Pescadores... Después de eso fuimos a dejar la mochila al albergue, y tras relajarnos un ratito, volvimos al centro para ver unos puestecillos de comida y de cosas varias, una estatua metida en un condón gigante y alguna que otra cosilla que se nos puso en el camino, pero la verdad es que nos volvimos pronto al albergue porque lo único que me apetecía era darme una ducha y meterme en la cama.

El domingo, después de unas cuantas y provechosas horas de sueño, recogimos todo y volvimos al centro para buscar un supermercado y comprarnos algo de desayunar. Unas galletas y un batido de chocolate aguado después, cruzamos a Buda y subimos al Bastión de los Pescadores, y vimos de paso otros edificios y plazas interesantes, y a la vuelta cruzamos el Puente de las Cadenas, en el que Luis dijo que no era capaz de tumbarme cuando le conté que en el Puente de Brooklyn sí fui capaz. También lo fui en este. Buscando dónde comer descubrimos la Plaza de la Catedral, y ya aprovechamos para visitarla. Mientras nos comíamos unos bocatas escribimos las postales, y nos fuimos al metro para coger el autobús de vuelta a Praga. Y hay que decir que la línea 1 de Metro de Budapest es bastante graciosa, tan pequeñita que parece un Metro-Llavero, y le faltaban sólo los visillos... Y en el bus, me dormí como buenamente pude utilizando de almohada a Luis, que me despertó de mala manera para preguntarme si quería algo de beber, y con la mala leche ya no fui capaz de volver a dormirme, así que pasamos la mitad del viaje escuchando música y en eso nos comimos la cookie de chocolate blanco y el muffin de chocolate que compré en donde habíamos comido.

Cuando llegamos a Praga nos fuimos directamente a casa, aunque le habían mandado un sms a Luis para ir a tomar algo. Entre unas cosas y otras no cenamos hasta las 2, y después de eso nos fuimos a dormir, que el lunes pensábamos madrugar para ir a por las entradas del castillo.

Y como ahora mismo estoy cansada, y si no me va a quedar demasiado denso, mañana sigo contando el resto de mi viaje a Praga.