miércoles, 18 de noviembre de 2009

Una semana bastante intensa resumida en cuatro páginas y media

He tenido una semana de no parar, y en los pocos momentos que paraba, no tenía la suficiente concentración como para escribir mis aventuras y desventuras. Así que intentaré resumir, posiblemente olvide muchísimas cosas, y las vaya contando poco a poco, o no, quedarán en mi memoria y en la de los que lo han vivido conmigo...

Como ya dije, el martes pasado estuvimos en Aosta toda la mañana. Después de que Estre me enviara un sms para asegurarse de que nos habíamos levantado, bajamos a desayunar un capuccino y un brioche en la cafetería de debajo de casa, y nos fuimos a Porta Nuova andando y fuimos contemplando el paisaje, intentando hacer fotos y riéndonos de la viejecilla que llevábamos al lado y que se enfadó porque Estrella se sentó donde ella tenía el bolso. Después de pasar por la oficina de turismo y comprar unas cuantas postales, fuimos a ver todo lo que más o menos aparecía en el mapa mientras se nos caía la baba con los escaparates llenos de chocolate.

A la vuelta decidimos parar en alguno de los pueblos con castillos que habíamos visto a la ida. Fue en Ivrea, y aunque no lo vimos de cerca porque pillaba algo lejos y sólo teníamos media hora hasta el siguiente tren, si pudimos ver una parte, y aproveché para recordar mi infancia y tirarme por un tobogán. Volvimos a la estación, llegamos a Turín, nos compramos los donuts rellenos de Nutella que había visto yo mi primer día en Turín y de los que había hecho el trato de probar con Jose, y botellitas de agua porque íbamos secos, y fuimos a ver la Mole. Primero aprovechamos para subir en el ascensor, porque nos dijeron que no había mucha gente, y la verdad es que las vistas me encantaron, aunque si es cierto que se siente un poco de vértigo, pero más mientras sube que cuando llegamos arriba...

¿Y qué decir del museo del cine? Es sencillamente genial. Estuvimos viendo la exposición de manga, y también las salas fijas. Creo que la que más me gustó fue la de Matrix, la próxima vez que vaya me grabo para que todos podáis ver cómo entro en el mundo de esa película. Y lo de tumbarse en las tumbonas de abajo después de un día sin parar... el problema fue que nos echaron porque estaban cerrando, con lo agusto que estaba yo.

Y lo peor de todo fue cuando, después de todo eso y de cenar pizzas de las del ostello, tuvimos que ir a la lavandería. Pero es que el miércoles pensábamos irnos a Como, y si no no se iba a secar ni de coña. Así que pusimos dos lavadoras, y aunque nos habían propuesto ir al Però, llegamos tan reventados a casa (o al menos yo) que preferí irme directamente a dormir.

Y para ser sincera, no me acuerdo de qué hicimos el miércoles por la mañana. Posiblemente cuando me acuerde piense que cómo he podido olvidar algo como eso, pero hoy estoy demasiado cansada para pensar (me temo que esto voy a tener que escribirlo por fascículos, porque es la 1 menos 20 de la noche, mañana tengo que madrugar para ir a clase y hacer cosas de provecho, y debería irme a dormir.) Por eliminación he deducido que fue el día que estuvimos por Vía Roma, que fuimos a Porta Nuova a preguntar para ir a Florencia y los sistemas estaban colapsados, y pasamos por Correos para descubrir que el aviso que me había llegado era el interrail de Estrella.

Lo que sí sé es de que comimos en la mensa, robamos vasos y un salero, y después de eso habíamos quedado con Estrella en la parada del 15 para subir a Superga, y cuando fuimos (otra vez) a comprar los billetes del tren cremallera, la misma tía borde del día anterior nos dijo que la taquilla estaba cerrada. Así que optamos por subir en autobús, por una vez y sin que sirviera de precedente pretendimos picar y no funcionaba la máquina. Fuimos contemplando el paisaje, y cuando llegamos arriba vimos todo Turín, eso sí, con una antena en toda la mitad del medio que estropeaba la foto de las vistas si querías hacer una panorámica. Entramos a la basílica y dimos una vueltecilla por allí, y me quedé con ganas de ver el monumento a los del Grande Torino. Estuvimos por allí una hora porque ya se notaba el frío, y volvimos a coger el bus de vuelta, sin saber que iba a hacer una visita turística (o no tanto) por todos los pueblecillos de la zona. Se suponía que Carmen y compañía iban a subir pero les llamé, y quedamos en el Mood. Allí nos tomamos un capuccino, y robamos unos cuantos tés y azucarillos, y para mi sorpresa, el botecito del ambientador de canela del baño, que había dicho que me gustaba. Fue graciosa mi cara cuando al salir Jose se abrió el abrigo y me dijo: “toma, guárdate esto”. Ahora mi baño huele a canela... Y desde allí íbamos a ir a cenar al kebab, pero al final decidimos cenar en casita y salir a dar una vueltecilla. La vueltecilla en cuestión fue ir a comprar los billetes a Pisa-Florencia (después de mucho investigar, encontramos un tren no tan caro) y pasarnos por el Murphy's, donde era el día de tres copas por 7,50, y me bebí los peores mojitos que he tomado en mi vida.

El jueves madrugamos bastante. Y es que yo quería ducharme antes de irnos a Porta Nuova a coger el tren hacia Pisa.Tuvimos que ir andando porque no aparecía ningún bus ni tranvía, y ya eran las 11 menos cuarto y el tren salía a las 11:05. El tren tenía 6 asientos, y Carmen y yo nos acomodamos pensando que no aparecería nadie más, ilusas de nosotras: apareció un matrimonio mayor de napolitanos. Y aunque a primera vista el tren sería comodísimo, nada más lejos de la realidad. Terminamos atrapando a Jose: Carmen tenía un pie debajo de él mientras que iba dormida, y yo me desperté porque no sabía dónde y cómo colocar mis piernas, y me dijo Jose que se las pusiera encima: dicho y hecho. Comimos en el tren, y sobre las 3 llegamos a Pisa. Después de dejar el macuto fuimos a ver la torre torcida (o inclinada) de Pisa, y yo descubrí además la torre inclinada de birra (Moretti, por supuesto). Y volvimos a la estación para coger el tren hasta Florencia. Para variar, nos dormimos los 3 (Carmen, Óscar y yo) y me desperté en la parada anterior a la nuestra. Una vez en Santa María Novella (o algo así, lo que vendría siendo Florencia Central) llamé al albergue que me había recomendado Isa para ver si tenían sitio, y cómo podíamos llegar. Después de dar tropecientasmil vueltas buscando la parada, decidimos echarle morro y entrar a un hotel a pedir un mapa (la oficina de turismo estaba cerrada ya), y la calle no aparecía en ninguna parte. Cuando por fin encontramos la parada de uno de los buses, y cuando por fin vino, nos subimos Carmen y yo a preguntar, y nos dijo que sí iba, y cerró las puertas con nosotras dentro, y con los chicos fuera, le pedimos que abriera y no quiso porque “estaban fumando”. Así que nos bajamos en la siguiente y volvimos a buscarles, y terminamos por ir todos andando. Encontramos una tiendecita donde comprar algo para cenar, y nos instalamos en una habitación de seis en la que nos habían prometido que no meterían a nadie más. Después de cenar Carmen decidió quedarse, y nos fuimos los 3 a dar una vueltecilla. Nos perdimos un poco, y justo fui a preguntar a un gaditano, y fue su amiga la que nos explicó cómo ir para el centro. Y ahí fue cuando descubrí lo que más, por no decir lo único, que me gustó de Florencia: el Duomo: me quedé como 5 minutos embobada mirando su fachada, y haciendo unas cuantas fotos, mientras que además experimentaba con los tiempos de exposición por la noche, etc. También vimos el Ponte Vecchio, que estaba lleno de andamios, la galería de los Uffizi por fuera, una plaza de la que no recuerdo el nombre... Y como estábamos cansadillos, o al menos yo lo estaba, nos fuimos al ostello, me conecté quince minutos y me subí a la habitación a dormir. Intenté no hacer nada de ruido para no despertar a Carmen, pero se despertó, y estuvimos un ratito hablando hasta que nos quedamos dormidas, o eso creo...

El viernes por la mañana Jose nos trajo las galletitas que habíamos visto el día de antes para desayunar, y nos pusimos en marcha. Estuvimos viendo callecillas, siempre guiados por Carmen, y antes de que fuera demasiado tarde, y aunque estaba algo nublado, fuimos al Duomo, lo vimos por dentro y subimos sus 463 escalones hasta llegar a la cúpula. Y aunque ya os digo que estaba nublado, las vistas eran impresionantes. Después de ver unas cuantas cosas más, fuimos a comer al sitio del que nos habían dado una publicidad, y aunque el sitio parecía algo cutre, el primer plato estaba bastante rico. Lástima no poder decir lo mismo de la ensalada. Y el postre fue en una heladería, en la que empezamos a pedir que nos dieran a probar de uno y de otro sabor, y del que al final me pedí una tarrina de beso y tiramisú, mientras gorroneaba a unos y a otros (y ellos a mí, todo hay que decirlo).
De allí fuimos a ver la iglesia rusa, el mercadillo de al lado del Duomo y otras cosas, y pasamos por un súper para comprar gel y champú, y cualquier cosa para cenar. Y ahí fue cuando descubrí que yo no tengo alma, pero que hay gente gilipollas: al salir, la puerta automática falló, y me pilló en medio. Del dolor me mareaba, y me senté ahí. La cajera quería llamar a una ambulancia, y terminé poniéndome una bolsa de patatas fritas en el golpe, para que no se hinchara demasiado. La gente me miraba, pero me daba igual, no podía ni mover el brazo. Y a lo que iba: la gente es gilipollas: salió la encargada, me preguntó qué hacía con una bolsa de patatas fritas, que buscara un bar para que me dieran hielo, que quizás la puerta se había cerrado porque yo “había bebido birra e iba un poco así” (teníamos una cerveza de las grandes que acabábamos de comprar para los cuatro). Luego intentó hacernos creer que no me había llamado borracha, pero Carmen y yo lo habíamos entendido perfectamente. Se negó a darnos la hoja de reclamaciones, y empezó a moverme el brazo diciendo que era médico. Entre el dolor y la impotencia terminé llorando, y después de un buen rato, nos fuimos. Pensaba que fuéramos directamente al albergue, pero iba mareadilla y me llevaron al hospital. Allí había un yonki con la chaqueta puesta de una forma demasiado complicada, y después de no sé cuánto tiempo esperando, me miró un médico con la voz de El Padrino, me dio una cosa que sabía a rayos, me hicieron radiografías y me regalaron una camisa de fuerza de la que también podrían haberme dado las instrucciones. Volvimos al albergue a cenar, y fuimos a buscar una comisaría para intentar denunciar a la tía porque me dijeron los del albergue que me tendrían que pagar. Cuando al fin encontramos la comisaría de los carabinieri, uno bastante estúpido nos dijo que eso no era de su competencia, así que nos volvimos, Carmen me cambió la cama (antes dormía arriba, pero no podía subir) y empezó mi primera noche de sufrimiento, ya que cada vez que me movía veía las estrellas.

El sábado por la mañana me levanté para ducharme como buenamente pude, con un dolor de la hostia, y sin ganas de nada ni de nadie. Desayuné otra de esas galletas, sin muchas ganas, y fuimos a la Academia a ver el David. No vimos mucho más, porque teníamos que coger un tren supuestamente a Bolonia, y nos queríamos pasar por el supermercado de buenas mientras Carmen y Jose iban a recoger el macuto. Estaba la tía bruja esa, y se hizo la tonta (qué puerta?), y el marido o lo que fuera fue el que nos dio la dirección del super por si queremos denunciar. Pero después de haber preguntado a unos cuantos policías, más simpáticos y comprensivos que el carabinieri de la noche anterior, nos dimos cuenta de que es un lío porque hay que buscar un abogado. Así que nos fuimos a la estación, y descubrimos que el tren no existía, y buscamos la opción más barata para volver a Turín: trasbordo en Pisa, que aprovechamos para comer, y otro en Génova. Llegamos a Turín sobre las 11 y pico, y cenamos en el kebab de al lado de Porta Nuova, y mientras los chicos traían las cosas a casa, yo me quedé en el Murphys, que estaban Estrella y Viqui. Empezó a llegar gente, y querían ir al murazzi: les acompañamos, y yo, en la puerta, iba acojonada por si alguien me daba un golpe, así que después de 5 minutos dentro de Alcatraz, decidimos venirnos a casa, y aunque eran las 4 de la mañana, me conecté, y hablé un ratito con Lore.

El domingo nos levantamos a eso de la 1 o las 2, y Jose y yo nos fuimos a comer una porción de pizza y a ver el Museo Egizio. Después habíamos quedado con Oscar para ir a comprar regalos, y estuvimos dando un paseo por Via Garibaldi, me comí una piadina con nutella y nata, y llegamos hasta Piazza Statuto, donde cogimos el 13 sin saber exactamente dónde nos iba a llevar. Y como habíamos quedado con el otro Jose en ir a su casa, después de bebernos una cerveza en la calle para hacer tiempo, subimos. Entre tres chicos me quitaron la camiseta, y me estuvo mirando el hombro. Vio algo que le mosqueó, vinimos a casa para que viera las radiografías del viernes y decidió que fuéramos de nuevo al hospital. Mientras él y Oscar fueron a por el coche, Jose y yo buscamos dónde estaba el CTO (el hospital traumatológico-ortopédico) y esperamos a que viniera Carmen para despedirse. Llegaron todos casi a la vez, y allá que fuimos de excursión... Tardaron no demasiado en atenderme (un médico bastante mono, todo hay que decirlo), y me hicieron más radiografías. Me confundieron con una inglesa, y me preguntaron cómo se dice sujetador en inglés (bra, pero luego les dije también la palabra española). Berdugo me estuvo traduciendo lo que me dijo el médico, y me mareé un poco porque apenas había comido nada en todo el día. Así que me regalaron una manzana y dos paquetes de palitos como los de la mensa, y un chupito de no sé qué que tuve que tener debajo de la lengua durante un minuto, y que estaba asqueroso, mientras que Berdugo y la enfermera se reían de mis caras de asco... Salimos, pensé que había perdido mi palestino y decidí volver el lunes a buscarlo. Jose nos dejó en la puerta de casa, y fuimos a cenar a Pizza e birra (solo había camareras bordes, no estaba mi camarero favorito), y ya en casa, mientras los chicos recogían sus cosas, yo preparaba la ropa para la lavandería y estaba en el msn.

El lunes nos levantamos y fuimos a lavar la ropa. Habíamos medio quedado con Estrella y con Carmen para que se despidieran de los chicos, pero terminamos desayunando solos los 3. Pensábamos también pasar por casa de Berdugo para despedirse, pero al final iban con el tiempo pegado y yo fui a acompañarles. Y cuando volví a casa, estaba demasiado silenciosa. La verdad es que después de diez días, creo que me había acostumbrado a la compañía, y se les echa de menos... Me conecté un rato y me llamó Estrella para decirme que iban a la mensa, y aunque iba a pillar el albergue para Budapest, me fui para allá, me ayudaron con la bandeja, y luego me quedé con ellos mientras se tomaban un café. Fuimos a por el regalo de Andrea por parte de Jesús, me acompañarn Camino y Sara a por la camisa que había visto el día anterior en Via Garibaldi, y acabamos Sara y yo dando una vuelta sin saber dónde ir, pero sin querer irnos a nuestras casas. Al final, sobre las 7, llegué a casa, y me llamó Silvia para decirme que iban a dar el regalo a Joaquín, que me pasara si me apetecía, y para allá que fui después de hablar un rato con mi padre por skype. Habían preparado un aperitivo con un montón de cosas, y sobre las 11 me vine para casa, me conecté un rato y más pronto que tarde me fui a dormir, para madrugar e ir a clase.

El martes me levanté porque a las 10 tenía clase. Después me vine para casa a ordenarla un poco, y a hacerme la lista de todo lo que tengo que hacer, no sin antes pasarme por el Lidl a comprar un par de cosillas. A las 2 tenía una clase de las nuevas, y la verdad es que parece interesante, aunque tuve que irme antes porque era la visita al Museo Pietro Micca organizada por el curso de italiano. Y menos mal que no soy claustrofóbica, porque las galerías eran más bien estrechas, y subterráneas... Después de eso me pasé por casa de Silvia a recoger los papeles de lo de la luz, me conecté cuando llegué y hablé con Rober, las niñas y Oscar por skype. Después de eso hice cosas de provecho, organicé un poco lo que tengo que llevarme a Praga, lavé toda la ropa de lavar a mano, y me preparé un par de huevos fritos con tomate para cenar. Y aunque era algo prontito, me fui a dormir porque decir que estaba bastante reventada es decir poco...

1 comentario:

  1. Soy Sergio:

    No cuentas nada de tus aventuras en Praga y Budapest, te gustaron?

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